jueves, 3 de marzo de 2011

LA BURBUJA IMAGINARIA por JOSÉ CARLOS PÉREZ

Me dispongo a exponeros mi opinión sobre un tema tan sensible como los salarios, tan controvertido como su revisión, tan cuestionado como su justicia y tan cercano como nuestra nómina…

Obviamente, con la que está cayendo, los departamentos de personal nos vemos abocados a políticas salariales contenidas que ayuden a salir adelante con la colaboración de todos, pero está claro que no todo el mundo vive en la misma realidad.

Un cuento: “Un bonito día, en un país muy cercano, José compró una casa para disfrutar con toda su familia. Juan también compró un bonito piso con muchísima ilusión. Lógicamente, antes vieron numerosas casas, analizaron el mercado, compararon precios y características, analizaron la que mejor se adaptaba a sus necesidades y prioridades, y finalmente eligieron. El precio se ajustaba a lo que podían pagar y encima parecían buenas inversiones: cada año costarían más sus respectivas casas.
Otro día, menos bonito, todos despertamos del sueño inmobiliario: los precios y el sector parecieron estallar, quienes compraron a buen precio antes de las enormes subidas dieron gracias, quienes aún no habían comprado se lamentaron, y quienes estaban queriendo vender veían como su inversión se hundía o el mercado no acompañaba lo más mínimo.
José, se sintió afortunado, puesto que tenía la casa que quería, en las condiciones que aceptó en su día, y aunque ciertamente no resultó ser tan buena inversión como había previsto en su día, lo cierto es que tenía casa, además tenía la casa que le gustaba y se sentía afortunado ante familiares y amigos que no tuvieron tanta suerte.
Juan en cambio no salía de su sorpresa: estaba indignado. Tenía el piso de sus sueños en su patrimonio, pero no podía entender ni tolerar tanta desgracia: un vecino de enfrente había revalorizado más su casa en menos tiempo; es cierto que otro vecino había sido desahuciado y que un conocido ya no conseguía el préstamo necesario para vivir bajo un techo, pero lo más grave para Juan es que su piso valía un 10% menos que el año anterior.
Digamos que José y Juan tenían un patrimonio parecido, equivalente a su casa deseada cuando la compraron. Sin embargo, José era feliz y Juan era infeliz.”.

Esta sencilla historia nos sitúa en otro elemento “patrimonial” de los trabajadores: no la casa sino el trabajo; y en su valor: no el precio sino el salario. El valor de mercado de un puesto de trabajo lo fija la oferta y la demanda, algo aceptado por empresa y trabajador cuando cierran la relación. En los tiempos actuales en los que hay poca oferta y mucha demanda, todos estamos viendo cómo el valor de mercado de muchos puestos está bajando vertiginosamente. El coste de sustitución de cualquier profesional es inferior en casi todos los casos al coste actual que tienen las empresas. Sin embargo, ¿cuántas personas conocéis como José cuando llega la revisión salarial y cuantas como Juan? ¿Cuántas personas celebrarían una congelación salarial o la revisión del IPC, si tuviesen oportunidad de seguir trabajando?

Creo que todos en nuestras empresas conocemos personas que viven en su particular burbuja imaginaria: la crisis no va con ellos, el desempleo no va con ellos, quien cobre menos no va con ellos, la evolución de la empresa y de los demás no va con ellos. Viven en un permanente estado de cabreo por su salario, que lejos de llevar a una búsqueda activa de otro empleo, nos sitúa en algo peor que el absentismo, que es el trabajador desmotivado, el colaborador de “cuerpo presente”.

¿Hasta qué punto las empresas pueden resolver esas actitudes? Todos podemos entender las necesidades individuales (Maslow las retrató), pero cuando no se cumplen y no se buscan alternativas, ya sabéis lo que se dice: lo peor de la desmotivación no es que los trabajadores se vayan, sino que se queden…

Os invito a reflexionar sobre las soluciones, porque obviamente hay palancas a nuestro alcance para solucionar en parte, sólo en parte, estas situaciones, basadas fundamentalmente en el liderazgo de los equipos y en la comunicación.

7 comentarios:

  1. Enhorabuena, José Carlos.
    Me parece que das en el clavo al considerar la importancia que tiene la visión que tengamos, para juzgar la situación en que nos encontramos. Quiero subrayar lo importante que es esta visión para actuar de una u otra forma.

    Aprovecho la idea para la "Escuela de Mandos": Una importantísima misión del lider, será dar coherencia a la visión que tienen los miembros del equipo, para que todos tengan perspectivas semejantes y reales del contexto.

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  2. En el post de Pablo de la semana pasada, ocurría lo mismo. Existen personas que ven lo que han logrado y otras que ven lo que podían haber conseguido. Hay que congratularse a uno mismo y reconocer a los demás todos los éxitos por pequeños que sean, conformarse con lo que nos llega y también superarse todos los días para que nos sucedan más cosas buenas y tener que reconocernos y reconocer más a menudo.
    Me apunto para mi vocabulario "el colaborador de cuerpo presente", muy bueno.

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  3. A mi la reflexión más importante, aunque dura, es la de la situación cuando la gente desmotivada se queda. El otro día, en la mesa redonda hablando de la retención, surgió esto, y la situación que puede haber en las organizaciones cuando la crisis "amaine". Lo cierto es que no soy muy optimista con esto.

    Primero, porque cuando empecemos a salir de la crisis, los salarios (como las casa del post) estaran menos valoradas, y por lo tanto cambiaré de una de más valor a otra, que aunque tenga algunas ventajas como el entorno....etc. Las personas que tienen un posicionamiento salarial nunca harán esto.

    Lo segundo, el sistema no te permite trasladarte con tu hipoteca(indemnización) de una casa a otra. Por esto la gente se aferra a sus puestos, porque considera, haciendo el cuento de la lechera, que si se va pierde su indemnización, que en su burbuja salarial, forma parte de su retribución.

    Por estos dos motivos, creo que los responsables de RRHH tenemos que ser proactivos a la hora de recuperar a estos trabajadores, y si no es posible, empujarlos al mercado laboral, antes de que se enquisten o generen tumores en la organización.

    Un abrazo

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  4. A mí me surge una reflexión a la "Burbuja imaginaria" (brillantemente expuesta) de José Carlos:
    La situación que propone la historia es una situación de cambio, con las fases asociadas al mismo y las respuestas emocionales asociadas a cada fase. Hay que personas que se anclan en el miedo, el enfado ("...Viven en un permanente estado de cabreo...") o la frustracción ("...el absentismo, que es el trabajador desmotivado, el colaborador de “cuerpo presente...") asociadas a las fases de shock y resistencia al cambio y hasta que no se pasa (o se les ayuda a pasar) a las fases de aceptación recional y aceptación emocional, siguen esos estados de miedo, enfado y frustracción (como nuestro amigo de la historia de la casa).
    Yo creo que es una responsabilidad de los líderes de las organizaciones y de los Responsables de Recursos Humanos saber gestionar estos cambios a nivel racional y, especialmente, emocional. O al menos contar con colaboradores que sí sepan hacerlo.

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  5. Unos pensaban que una casa valía lo que el comprador quisiera pagar por ella: Especulación. Otros pensaban que una casa valía lo que costó construirla, más los impuestos, más el beneficio del constructor.

    Unos pensaban que un trabajador valía lo que era capaz de aportar en beneficio de la empresa, y le retribuían por ello. Alguno pensaba que “El valor de mercado de un puesto de trabajo lo fija la oferta y la demanda, algo aceptado por empresa y trabajador cuando cierran la relación”. Otros simplemente pensaban que un trabajador valía lo que indica el convenio, y le retribuían según esa norma.

    Unos pensaban que la justicia es sinónimo de equidad. Otros pensaban que la equidad es injusta.

    Es por todo ello, que ahora unos piensan que ha bajado el valor de su casa y que han sido estafados, mientras que otros piensan que están disfrutando de lo que adquirieron.

    Por eso ahora, unos trabajadores piensan cómo aportar beneficio a la empresa, y otros trabajadores piensan que las normas, si han sido, también son, las mismas que en otras épocas. Para todos

    Es por eso que ahora, unos piensan “Hoy por ti, mañana por mi” y otros piensan “Ayer por mi, hoy por mi y mañana… por mi.”
    Moraleja:[(De moral1 y -eja).1. f. Lección o enseñanza que se deduce de un cuento, fábula, ejemplo, anécdota, etc.] Si se considera el valor de un trabajador de la misma manera que el valor de una casa, puede uno llegar a sentirte estafado, cuando la oferta y la demanda mengüen su valor.

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  6. Enhorabuena por el post, José Carlos. Los símiles que has utilizado son muy buenos e ilustrativos.
    La verdad que, despues de leer tu aportación, una se queda pensativa...efectivamente, creo que retratas situaciones comunes a muchas organizaciones. A mi me preocupan dos cuestiones, principalmente:

    1) El tema de los desmotivados. Creo que puede llegar a ser el principio del fin. La desmotivación, al igual que la alegría o el optimismo, se contagian. Así que para evitarlo, supongo que, de algún modo, deberíamos ser capaces de detectarlo ¿entrevistas? ¿observación directa?¿informes de superiores?
    Esto me conduce a la segunda cuestión.

    2) ¿Juan y José son así-personalidad- o se han hecho así? esto enlaza con las "palancas" sobre las que J. Carlos nos invitaba a reflexionar. ¿Qué podemos hacer?. Si es cuestión de personalidad, supongo que deberíamos incluir estos parámetros en los procesos de reclutamiento y selección; quizás sea más valioso incorporar personas optimistas aunque no tengan aún todos los conocimientos técnicos requeridos.Por, el contrario, si no es cuestión de personalidad....habrá que indagar en lo que ha conducido al empleado a valorar de ese modo su trabajo.¿no se siente realizado?¿su puesto no le permite desarrollo y enriquecimiento interno? ¿no conoce la trascendencia y aportación de su trabajo?¿confía en la empresa y en sus jefes y compañeros? ¿no se le permite participar?etc...

    Todo un reto.

    Celia Martín

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  7. Está claro que es un asunto sensible y que a todos nos toca de cerca, de modo que planteado de un modo un tanto provocador nos remueve aún más.
    Considero críticos: el papel de los jefes, la gestión de la comunicación y la adaptación al cambio; e incuestionable el valor de las personas (para que no quepan dudas), no así el de su trabajo individual.
    Muchas gracias a todos por vuestras reflexiones.
    José Carlos Pérez

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