lunes, 2 de junio de 2014

CAMBIO, ADAPTACIÓN, MOVIMIENTO Y ESENCIA, por CRISTINA PÉREZ

Todo es distinto, todo es lo mismo”
Proverbio zen

Actualmente oímos repetidamente que todo cambia muy rápidamente y que tenemos que estar dispuestos para el cambio. Lo que parece un imperativo a moverse, a actualizarse, a salir de nuestra zona de comodidad, no deja de ser el antiguo lema de “renovarse o morir”.

Nos hablan de cambio, ¿No ha sido sino el cambio lo que siempre ha movido al mundo? ¿No cambiaron las cosas con la máquina de vapor o con la invención de la imprenta?. ¿No cambiaron las cosas cuando empezaron a aparecer los primeros bancos en la Europa del Renacimiento? Personalmente, no creo que ninguna época de la historia haya sido mas lenta que la actual ni que haya sido menos demandante respecto al cambio. Las cosas tienden a parecer distintas en cada momento, pero en esencia no deja de ser lo mismo. Somos y todo es lo mismo continuamente, únicamente cambiando de aspecto externo.

En la sociedad española de hace unos años, se ha visto como un valor en alza el tema del inmovilismo, un inmovilismo que se pensaba que traería la felicidad. Los altos porcentajes de estudiantes y de personas que querían ser funcionarios lo atestiguaban: “Dame un salario bajo o medio (en la mayoría de los casos) pero tranquilidad y poca presión laboral”. Ése era el  sueño.

A día de hoy las encuestas de satisfacción laboral dentro de los funcionarios no creo que reflejen esa felicidad que los funcionarios soñaban en su época de estudiantes. Quizás tenga la seguridad de un sueldo, pero me aventuro a decir, que pocos verán la satisfacción laboral del trabajo reconocido, de la retribución según su trabajo, de conseguir logros medibles o de desarrollarse profesional y efectivamente..

Personalmente no conozco a ningún funcionario feliz y satisfecho en su trabajo, a no ser que se trate de esos individuos que están satisfechos con su vida por naturaleza. Aunque sea siete horas al día en jornada continua, no deja de ser casi la mitad del tiempo que lunes a viernes están despiertos. Quejas generales como el sueldo, la falta de desarrollo o actualización profesional o las desigualdades dentro del entorno funcionarial hacen que el paraíso soñado del funcionariado no sea como tal.
Por no hablar la pérdida de talento que  supone para el tejido empresarial del país, la pérdida de personas con unos perfiles muy brillantes y talento, que sin lugar a  dudas en el ámbito privado se hubieran desarrollado mucho mejor  tanto a nivel personal como a nivel económico nacional.

Por lo tanto, una vez probado que el inmovilismo no da la felicidad laboral..¿Qué la da entonces?
Salvo casos excepcionales, la felicidad laboral, además de los factores llamados higiénicos, lo da el desarrollo de un trabajo en el que nos sintamos por un lado integrados en un grupo en el que haya una armonía real y por otro lado lo da el desempeño de una labor coherente y productiva que sea reconocida en su justa medida y apreciada por el propio individuo que la desarrolla.

Esto desde luego no se puede hacer en un entorno inmovilista, no se puede por la propia dinámica del trabajo. Y vista así, el trabajador no percibe el movimiento y cambio como algo arduo o incomodo sino  como un bastión mas a tener en cuenta. Es decir, el cambio nos ayuda, nos impulsa a hacer las cosas mejor, nos motiva y nos entusiasma.

El movimiento no hay que verlo como un factor que solventar. Me tengo que mover  porque me lo dicen, porque me lo pide el mercado..., si no como un factor agradable del trabajo. Me muevo, aprendo, me actualizo porque va dentro de mi ser, quiero aprender, quiero avanzar, quiero mejorar mi trabajo, en definitiva: quiero jugar a este juego llamado trabajo. Hay que inculcar eso a los trabajadores. Y que el no tenga ese aprecio, que se mueva en otra dirección. Si no te puedes mover hacia adelante o no quieres, mueve hacia los lados...pero no te quedes quieto.

El cambio es bueno. Adaptarse es otra forma mas de nuestra vida. El cerebro que no se mueve es porque esta muerto. Si no, cambia continuamente de forma. El cambio es necesario y no ayuda a vivir, a vivir emocionados, a vivir expectantes. El miedo al cambio es el que hay que desterrar. En definitiva el miedo al cambio es el miedo a fracaso.

Y el fracaso no es otra parte más del éxito y viceversa. Los fracasos vienen de los éxitos y los éxitos de los fracasos. Lo que debemos cambiar es el culto al inmovilismo, al no hacer por miedo, por pereza, por temor. Hagamos con ilusión y motivación. Soltemos  los lastres a tiempo que nos impiden continuar y fluyamos en todos los sentidos a lo largo de nuestra vida. La compasión mal entendida y las excusas no sirve de nada porque a la larga redunda en nuestro perjuicio. Usemos el sentido común. Que no nos agobien con la necesidad del cambio, porque el cambio es vida.

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