miércoles, 27 de octubre de 2010

ORGANIZACIÓN DE LA VIDA PERSONAL Y LABORAL por JOSÉ BRATOS

Recientemente he asistido al V Congreso Nacional para Racionalizar los Horarios Españoles, que se celebró en Valladolid la semana pasada.

Asistí con la intención de aprender algo, porque de todo siempre se aprende. Y claro que aprendí. Mucho. Pero como cada vez que aprendo algo.., me surgen dudas.

Son estas dudas las que deseo compartir con vosotros para ver si podéis ayudarme.

Si es el pediatra el que impone la hora de la consulta, si es el maestro el que impone la hora de las tutorías, si es el repartidor que entrega los muebles en el domicilio el que indica que irá entre las 10 y las 13 horas, si es la Caja o el Banco el que ajusta el horario de pago de recibos, si los gimnasios están abiertos 14 horas y el campo 24, si es la administración la que limita los tiempos de atención al público,… ¿Por qué es la empresa normalmente considerada culpable de impedir la conciliación entre la vida personal y la vida laboral?.

¿La conciliación que ganan unos, la tienen que perder otros?

Si quieres tomar un café a las 23 horas de un viernes, ¿Tiene que haber una madre/padre/hija/hijo que no pueda conciliar a esas horas, para servir el café?

Si necesitas trasladarte un sábado a las 02 horas de la madrugada ¿Tiene que haber una madre/padre/hijo/hija que no pueda conciliar a esas horas para trasladarte?

¿Se contemplaría de la misma manera querer que necesitar? ¿Y si hemos transformado nuestros deseos en necesidades?

¿Por qué un horario partido, incluso de 2 horas y media, impide conciliar?. Comer con tu familia y a continuación hacer los deberes con tu hija, antes de volver al trabajo ¿No es conciliar? ¿O tenemos que adquirir los hábitos de grandes ciudades para conciliar?

¿Por qué después de un paseo en bicicleta con los niños, nada más llegar a casa, uno de ellos se queda en la parcela con los amigos y el otro inmediatamente se conecta a tuenti?. ¿Nuestro afán de conciliación no les estará impidiendo hacer lo que les gusta: Estar con otros niños? ¿Con sus amigos?.

¿Qué haríais si desde el 1 de enero de 2011 nos dicen que los días tienen 42 minutos más?. ¿A qué los dedicaríais?. ¿14 minutos a trabajar, 14 minutos a dormir y 14 minutos a otras cosas?. ¿A qué no?. Entonces, si cada persona distribuiría de manera distinta ese exceso de minutos, ¿Por qué una opción es mejor o peor que otra?.

¿Hay que conciliar agendas u horarios?. ¿No pretenderemos en la faceta personal la misma productividad, o más, que en la faceta profesional?.

El humorista gráfico José María Nieto fue uno de los ponentes, para mi de los más destacados. Además de la idea del exceso de minutos diarios -Que yo he redondeado a 42-, utilizó una expresión que me hizo pensar: Ojo, no hay que caer en la tentación de imponer, vía legislativa, un estilo de vida determinado.

Me vino a la memoria entonces, que hace unos meses me encontré explicando a un juez, porqué había cambiado el horario de un trabajador de continuo a turnos alternos, de mañana y tarde, a continuo fijo de mañana. Al juez le debieron parecer correctas las explicaciones, pero el trabajador pidió la cuenta por modificación sustancial del contrato. ¿Un horario tan preciado por unos, tan molesto para otros?.

Gracias de antemano, por vuestras respuestas, y si tampoco las tenéis me gustaría conocer por lo menos vuestras experiencias en estos temas.

Gracias.

3 comentarios:

  1. Quiero dar las gracias a José por la fluidez de sus comentarios y la riqueza de matices. Ha planteado muchas preguntas y como buen coach, no ha tomado opciones. Pero haberlas, haylas.
    Hay que preservar la vida personal, porque el trabajo en exceso y forzado en horarios(como comodín de los intereses económicos) está invadiendo y condicionando nuestra felicidad. Y el bien común de la especie debe prevalecer, si se puede. Porque hoy hasta los políticos se han puesto descaradamente al servicio de los intereses económicos, que tal como está el patio benefician solo a unos pocos.Pues bienvenido el racionalizar los horarios, que es poner en razón, que hoy en algunos casos se pasan tres pueblos

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  2. Un hombre de negocios norteamericano estaba en el embarcadero de un pueblecito costero de México cuando llegó una barca con un solo tripulante y varios ATUNES muy grandes.

    El norteamericano felicitó al mexicano por la calidad del pescado y le preguntó cuánto tiempo había tardado en pescarlo.

    El mexicano replicó: Oh! Sólo un ratito.

    Entonces el norteamericano le preguntó por qué no se había quedado más tiempo para coger más peces.

    El mexicano dijo que ya tenía suficiente para las necesidades de su familia.

    El norteamericano volvió a preguntar: ¿Y qué hace usted entonces con el resto de su tiempo?

    - El mexicano contestó: - Duermo hasta tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, duermo la siesta con mi mujer, voy cada tarde al pueblo a tomar unas copas y a tocar la guitarra con los amigos. Tengo una vida plena y ocupada, señor.

    - El norteamericano dijo con tono burlón: - Soy un graduado de Harvard y le podría echar una mano. Debería dedicar más tiempo a la pesca y con las ganancias comprarse una barca más grande. Con los beneficios que le reportaría una barca más grande, podría comprar varias barcas. Con el tiempo, podría hacerse con una flotilla de barcas de pesca. En vez de vender su captura a un intermediado, se la podría vender al mayorista; incluso podría llegar a tener su propia fábrica de conservas. Controlaría el producto, el proceso industrial y la comercialización. Tendría que irse de esta aldea y mudarse a Ciudad de México, luego a Los Ángeles y finalmente a Nueva York, donde dirigiría su propia empresa en expansión.

    - Pero señor, ¿cuánto tiempo tardaría todo eso?

    - De quince a veinte años.

    - Y luego ¿qué?

    - El norteamericano soltó una carcajada y dijo que eso era la mejor parte:

    - Cuando llegue el momento oportuno, puede vender la empresa en bolsa y hacerse muy rico. Ganaría millones.

    - ¿Millones, señor? Y luego ¿qué?

    - Luego se podría retirar. Irse a un pequeño pueblo costero donde podría dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con sus nietos, hacer la siesta con su mujer e irse de paseo al pueblo por las tardes a tomar unas copas y tocar la guitarra con sus amigos.

    - Bueno, pero eso es lo que hago ahora señor ¿Por qué tengo que esperar veinte años?

    Un saludo

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  3. Mi respuesta a la pregunta de los 42 minutos es... ¡dormir! jajaja.
    Mi experiencia es la de un pobre diablo que no concilia sino mezcla. Al ser "freelance" (qué palabro, con lo que pagamos por ser "autónomos") para mí no hay horarios predeterminados de trabajo, ocio y familia, sino que éstos van viniendo por sí mismos. Eso me permite tener una mayor flexibilidad para hacer las cosas que quiero pero al mismo tiempo una mayor responsabilidad para cumplir con las cosas que debo (que la mayoría de las veces coinciden con las que quiero, porque sí, yo soy de esas personas que disfrutan realmente con su trabajo la mayor parte del tiempo).
    Esta mañana he tenido una reunión de 9 a 10, he jugado a tenis de 10:30 a 12:30, he comido con mi familia y me he venido a 240 kilómetros de mi casa para tener una reunión preparatoria de una acción formativa que mañana me llevará absolutamente todo el día (viaje de regreso incluído). Y aún ahora, a las 20:18, me queda tiempo para comentar aquí, responder unos correos, cenar con un compañero y llamar a quienes quiero para decirles que me acuerdo mucho de ellos. A lo mejor, incluso me veo una peli antes de dormir.
    Mis días, muchos de ellos, son así. Y sí, de momento, se siento feliz. Gracias José por hacerme recapacitar sobre ello.

    Y, José Mozo (anda que no sois Josés aquí)buenísima la historia del mexicano.

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