miércoles, 3 de junio de 2020

Sin respuesta, por María Herrero

A primera hora de la mañana, mientras desayunas, comienzas la jornada examinando ofertas de empleo en tus portales de confianza o chequeando tu email para comprobar las alertas a las que estás inscrito.
 
Con suerte, encuentras varias propuestas que te encajan y decides probar suerte mandando tu currículum, una carta de presentación personalizada en donde, entre otras cosas, expresas tu deseo de trabajar en la empresa, cartas de recomendación de tus anteriores trabajos, así como cualquier otro recurso que tengas disponible para captar la atención de la persona encargada de elegir al “ganador”, o por lo menos, conseguir pasar a la siguiente fase. Enviado.
 
En ocasiones recibes respuesta automática de recepción de candidatura, otras veces, se produce un silencio controvertido en el que te preguntas qué pasará esta vez. Pues bien, pasan los días, las semanas, a veces hasta estaciones enteras, y no recibes respuesta alguna de aquella oferta – u ofertas - a las que te postulaste entonces, en aquellos tiempos en los que la incertidumbre ahogada por la ilusión y las ganas hicieron que apretaras el botón de “Enviar candidatura”.
 
En ese lapso de tiempo entre la inicial esperanza y el anhelo de que te llamen para una entrevista la cual preparas como si fueras a un examen de una oposición a Notario, pasando por la desconfianza de si habrán siquiera mirado tu currículum, y hasta llegar al enfado de dar por hecho que han pasado de ti, se va formando tu opinión sobre esas empresas a las que has llamado a su puerta.

 
Se han olvidado que tú eres, además, un potencial cliente, que tienes familia, amigos y redes sociales que no dudarás en utilizar con más o menos vehemencia para emitir tu opinión. Una mala opinión, por cierto, que se formado porque la empresa no ha sabido dar respuesta a una necesidad, ni ha tenido en cuenta que los procesos de selección hay que humanizarlos y no robotizarlos ya que, por el momento, aún tratamos con personas, no con máquinas.
 
Toda la inversión en publicidad que pueda hacer una marca concreta para dar una imagen puede ser en vano si no atienden a estos detalles. Estamos de acuerdo que el proceso de selección tiene como meta encontrar al mejor candidato pero sin olvidar al resto. En procesos de selección muy amplios el envío de emails genéricos puede ser suficiente, una respuesta es mejor que ninguna. Sin embargo, si al candidato ya se le ha dado la oportunidad de llegar a la entrevista personal la respuesta de la empresa debe ser personalizada, por teléfono o videollamada que permita un diálogo con el candidato rechazado en donde se puedan realizar preguntas sobre los motivos de su descarte, destacar puntos fuertes y puntos a reforzar, hablar de cómo fue la entrevista… No tiene que ser una llamada de una hora, pero sí se debería proporcionar un feedback con contenido que pueda aprovechar esa persona.
 
Con la sacudida de la pandemia reciente volvemos de nuevo al punto inicial de salida en donde muchos trabajadores día a día entregan su currículum en busca de una oportunidad. Buscar trabajo, si se toma en serio, es un proceso agotador y, en ocasiones, frustrante al que se le dedican muchas horas del días. Digerir un rechazo es un trabajo personal, pero una ayuda en el camino es bien recibida, tras ello, en cada uno está saber aprovecharla.

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