jueves, 16 de abril de 2015

PROFESIÓN DE ALTO RIESGO, por DAVID CALVO CEBRIÁN

Seguro que si pasamos una encuesta entre todos los trabajadores de este país en referencia a la importancia que tiene la seguridad y salud en el trabajo y los resultados no sorprenderían a nadie. Parece lógico que es algo a lo que los trabajadores otorgan gran valor, hasta el punto que, en algunas ocasiones han llegado a anteponer a otro tipo de prioridades en el trabajo. La seguridad es lo primero para todos. Esto no parece que tenga mucho sentido cuando pasas por una obra de la construcción y puedes observar a los trabajadores en lo alto de un tejado trabajando sin tener puestos los equipos de protección individual obligatorios y si observas con detenimiento, es fácil que los tengan abajo del andamio tirados o no los hayan sacado del coche. 

Si esa misma encuesta la pasamos e los empresarios, está claro. La seguridad y salud en la empresa, no sólo es una prioridad, sino que en los últimos quince años se ha convertido en una “política” prioritaria de la empresa. Prueba de ello es, que cada vez más empresas cuentan en sus vitrinas con algún premio o mención en materia de prevención de riesgos laborales por parte de alguna reconocida institución u organismo, si no es una determinada certificación de reconocido prestigio internacional, que avala su compromiso con esta faceta del ámbito laboral. 
¿Parece razonable y lógico que un trabajador deba llevar a cabo su actividad laboral en unas condiciones higiénicas y de seguridad adecuadas? Parece que sí, ¿verdad?, pues las empresas lo certifican para que no quede la menor duda y además, posteriormente, lo publicitan. Eso sí, las estadísticas de siniestralidad nos las reservamos para la “mejora interna” y nuestros “planes de acción” propios. Si el trabajador se tropieza en el parking de la empresa porque el pavimento lleva años sin arreglarse, lo consideraremos “in Itinere”. 

De este modo podemos justificar que la empresa no puede incidir en el resultado final del accidente. Todo sea por mantener el contador de la planta a “0”. Si el accidente es potencialmente grave, tratemos de no llamar demasiado la atención llamando a los servicios de urgencias, no vaya a ser que desde éstos se notifique el hecho a la inspección de trabajo y tengamos problemas no deseados. 

Si esa misma encuesta la pasamos a la “autoridad sanitaria” de este país, el resultado sería aplastante. No cabría interpretación posible y posibilidad de recurso. Los responsables de velar por el cumplimiento legal, lo tienen claro, si cumplimos a raja tabla lo que dice cada artículo de la norma, no habría siniestralidad y no son posibles circunstancias diferentes a las que contempla la ley para que se produzca un accidente de trabajo. De este modo, si la ley dice que no puedes manipular más de 20 Kg de peso y todo lo que se exceda de esa medida es “intolerable”, una enfermera de un hospital cualquiera, que sufra una lumbalgia con motivo de la manipulación de un paciente, deberá adoptar las medidas que se contemplan en la ley, de lo contrario, su empresa se verá sometida a un duro proceso de revisión documental y de imposición de nuevos procedimientos de trabajo, deberá llevar a cabo la elaboración de costosos estudios ergonómicos que confirmen lo evidente y entrará de manera sistemática en campañas de siniestralidad periódicas, donde la obligarán a llevar a cabo acciones diseñadas por “especialistas” que desconocen la actividad, los medios, las circunstancias y otras posibles variables que hacen que se produzca el accidente. 

Solución: cortamos en trocitos inferiores a 20 kg de peso al paciente, separamos 50cm los pies, flexionamos las piernas con la espalda recta, nos pegamos la espalda al pecho,….. Y así repetidas veces hasta llevar todas las partes en las que hemos dividido al paciente. O eso, o no lo movilizamos porque el riesgo que va a correr el trabajador es intolerable según la normativa y por lo tanto ésta nos lo impide. 

Esta es la realidad a la que se enfrenta un Técnico de Prevención todos los días en nuestro país. A día de hoy, la justicia española imputa por un delito contra la seguridad de los trabajadores al 99% de los técnicos de prevención en caso de que se produzca un accidente laboral de cierta gravedad, exigiéndole responsabilidades administrativas, civiles y penales, y en el 99% de los casos, el técnico de PRL no ha podido evitar que se produzca por medio de su trabajo

En todos los años en los que he tenido el placer de ejercer como técnico de PRL, he podido trabajar en varios sectores y empresas de todos los tamaños, tipos de gestión y estilos de Dirección. En todas ellas, se han repetido una serie de características comunes que hacen que esta profesión esté a día de hoy, tan poco valorada por todos los agentes que intervienen en el proceso, que se convierta en una auténtica profesión de riesgo:
  • Los trabajadores: No existe compromiso real en su trabajo con la seguridad y salud. A pesar de que manifieste de manera constante la falta de recursos y medios, la falta de formación, las fuertes exigencia y presión con la que deben realizar sus tareas, etc… No cumplen con las normas de PRL, no hacen uso de los medios que se ponen a su disposición y no asumen el cambio cultural que implica la prevención de riesgos laborales. ¿Por qué en otros países pueden trabajar con los guantes puestos sin perder sensibilidad ni realizar erróneamente su tarea?. No suelen ver al técnico de prevención como una parte importante de la empresa. Lo consideran una especie de inspector al que hay que evitar y tratar de que no nos pille para poder seguir haciendo el trabajo a su manera.
  • El empresario: No somos capaces de hacer ver al empresario los beneficios y el ahorro y reducción de costes que supone la implantación de un adecuado sistema de prevención de riesgos laborales. Sólo somos capaces de ver el coste que suponen las medidas de seguridad que hay que implantar y no vemos el retorno de esa inversión. Qué difícil es poder dar valor a algo que estás evitando y que nunca pasará, ¿verdad?. El técnico de prevención no debe de formar parte del equipo que tome las decisiones estratégicas de la empresa. Si se cuenta con él, lo más probable es, que ponga pegas a todo y genere gastos. Hay que darle la importancia mínima para cumplir y llevar a cabo el 15% de las cosas que proponga. 
  • La autoridad laboral: Con la metodología que aplica en la actualidad, es incapaz de comprender que en un accidente laboral hay un factor muy importante de falta de previsión que no se puede evitar. Por eso es un accidente. El prisma del “articulísmo” con el que se juzga este tema en la actualidad, hace que se pierda la parte “razonable” de la seguridad laboral y se tienda al cumplimiento mínimo que evite la sanción en detrimento del fomento de la cultura preventiva. El técnico de prevención es el principal responsable de lo que suceda en la empresa en materia de seguridad y salud laboral. Es su responsabilidad y cometido, que el empresario adopte las medidas necesarias en cuestiones de seguridad y salud y en caso de que exista un incumplimiento, imputaremos antes al técnico de PRL que al propio empresario

Este es un pequeño ejemplo de la consideración y reconocimiento social que tienen los técnicos de prevención en nuestro país y con el modelo actual. Resulta paradójico que algo que en teoría, valoramos tanto, es rechazado por todos los agentes sociales con los que interactúa. Sería conveniente hacer un ejercicio de reflexión para poder determinar de una vez por todas cual queremos que sea el papel definitivo de una profesión como ésta y el valor que debemos darla. 

¿Conocéis a algún técnico de prevención famoso o que sea un gurú a nivel nacional o internacional?. ¿Conocéis algún Director General de una gran empresa o CEO que haya comenzado su carrera como técnico de PRL?. 

El técnico de PRL más famoso de nuestros días es este: 
¿Es o no una profesión de alto riesgo?

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