jueves, 13 de febrero de 2014

EL CASO "PATRICK EBERT" por ÁLVARO RETORTILLO.

Como socio del Real Valladolid, pocas veces he disfrutado tanto en Zorrilla como con las exhibiciones de fútbol del alemán Patrick Ebert el año pasado. Y pocas veces he visto en los últimos años tanta unanimidad a la hora de corear un nombre por parte de la afición. Era simplemente acercarse a sacar un córner y el estadio gritaba, enfervorecido, su nombre. Pero el pasado sábado 25 de enero, en un día de partido contra el Villarreal, con el equipo en puestos de descenso, Ebert se negó a jugar para forzar su marcha del equipo. Ante la no fructificación de las negociaciones, él mismo decidió rescindir unilateralmente su contrato el 7 de febrero para marcharse al Spartak de Moscú (si bien el asunto aún no está claro).

Para quienes no lo conozcan, Patrick Ebert ha sido uno de los integrantes de la plantilla con mejores condiciones técnicas, así como uno de los más cotizados en el mercado. El Real Valladolid apostó por él cuando en Alemania nadie lo hacía, debido a un pasado lleno de indisciplinas, lesiones, positivos en alcoholemia etc. Y eso que era uno de los jugadores más prometedores de su generación. ¿Cómo podía estar alguien con tanto talento sin equipo? Su primer año en Valladolid fue espléndido. Parecía que Miroslav Djukic (protagonista de este foro en el pasado) había conseguido por fin motivar al jugador, hacerle sentir parte del equipo, comprometerlo. Pero todo eso empezó a cambiar en la fase final de la temporada pasada: reuniones secretas a espaldas del club para fichar por otros equipos, vacaciones en Dubai estando lesionado… el compromiso con el Real Valladolid (y con sus compañeros) comenzaba a disminuir a pasos agigantados. Esta temporada, más lesiones, más negociaciones encubiertas…e incluso llegó a pedir a sus compañeros más compromiso pocos días antes de negarse a jugar.

¿Cómo un profesional con tantas condiciones puede acabar así? (y no es la primera vez).

Si atendemos al celebérrimo modelo de inteligencia emocional de Daniel Goleman, la situación de Patrick Ebert es un caso paradigmático de falta de la misma. A medida que se iba desarrollando el “Caso Ebert”, el libro “La Práctica de la Inteligencia Emocional” me venía una y otra vez a la cabeza por las numerosas similitudes con los ejemplos negativos que Goleman muestra en su obra. Por citar algunos ejemplos:
  • Ha demostrado una enorme falta de autocontrol. El Real Valladolid es un club vendedor, que por su situación económica se ve obligado a desprenderse de sus mejores jugadores. Su conducta en este sentido (con reuniones secretas, negándose a jugar etc.) es un claro ejemplo de falta de autocontrol, y de deslealtad al club que lo sacó del olvido.   
  • Su falta de empatía ha sido alarmante. Empatía hacia sus propios compañeros de equipo, inmersos en una dinámica negativa, jugándose el futuro. Empatía hacia una afición que necesita de líderes sobre el terreno de juego, un papel que él estaba destinado a desempeñar.
  • Falta de habilidades sociales. Hasta el punto de que sus propios compañeros lo han calificado como poco menos que un cáncer para el vestuario, señalando que no hablaba con ellos etc.
Y son muchos más los aspectos que se podrían sacar a colación: marca personal, liderazgo, etc. La moraleja de toda esta historia es clara: no bastan las competencias técnicas para triunfar, incluso poseerlas en un alto grado no es garantía de nada, si no se tienen y se desarrollan adecuadamente las competencias emocionales. ¿Hay muchos Patrick Eberts en nuestras organizaciones?



1 comentario:

  1. Efectivamente, un claro ejemplo de inteligencia emocional. Mi pregunta es: ¿por qué lo contrataron sabiendo sus antecedentes? ¿Por qué lo contrata ahora su nuevo equipo? En una empresa es más difícil tener los antecedentes, pero en el deporte mediático no lo es. La ha liado en todos los equipos y ahí sigue.

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