jueves, 25 de abril de 2013

PROFESIONES EQUIVOCADAS por PENCHO HERRERO

Hay ocasiones en las que la vida nos trae asuntos que te remueven por dentro. Y a veces esos asuntos se encadenan y, vistos hacia atrás, parecen querer darte un mensaje y cobran sentido. Como un puzzle que se completa ante tus ojos.
 
Un ejemplo: según escribo éstas líneas hay, en los periódicos, varios casos de abusos a menores. Una adolescente se suicida en Gijón. Parece que ha sido víctima de acoso por parte de sus compañeras. Otro niño en Vigo se ha visto obligado a abandonar el colegio por las reiteradas palizas y abusos de sus compañeros. Está recibiendo las clases en casa.
 
Algo se mueve por dentro cada vez que leo o me entero de algo similar. Pero debo reconoceros que ésta vez he tenido suerte. Y me explico. Con todo lo doloroso o traumático que puede ser vivir una situación de éste estilo, hay algo en nosotros, imagino que es algún tipo de defensa mental, que hace que “sólo” nos impresione, o nos repugne, o nos indigne, o… poned aquí el adjetivo que os provocan éste tipo de noticias. Digo que he tenido suerte porque hay detalles que hacen que las sensaciones en mí se amplifiquen y, en ésta ocasión, esos detalles no aparecen.
 
“Homo homini lupus”, el hombre es un lobo para el hombre. Probablemente algo se esconda en nuestros genes que nos recuerde que somos los hijos de los carroñeros, de los violadores, de los ladrones, de los cobardes que se escondían en las guerras… desde los tiempos en los que una tribu humana atacaba a otra. Hoy seguimos parecido, seguimos abusando, seguimos actuando como si el otro no nos importara. Pero hay una vía para la redención: la generosidad y el amor por los demás. Por suerte, eso también está en nuestros genes.
 
A mi me produce especial estupor conocer que los abusos han sido cometidos por lobos disfrazados de corderos. El familiar, el sacerdote, el maestro, el psicólogo… que, aprovechando su posición de poder y la confianza de la víctima, abusa. No es casual que haya empleado el género masculino. Somos hombres los protagonistas de los actos más atroces: de forma casi exclusiva en los abusos sexuales, muy mayoritaria en los físicos y aún mantenemos el triste predominio en los abusos psicológicos.
 
Quiero centrarme, para no irme del tema de éste foro, en esas profesiones que tienen que ver con el trato íntimo con las personas. Hace unos días desayunaba escuchando al psiquiatra y divulgador Enrique Rojas. Hizo alusión a las figuras del “profesor”, del “maestro” y del “ejemplo”. “Profesor” es alguien que enseña (bien) lo que viene en los libros, el “maestro” es el que enseña lo que no viene en los libros y “ejemplo” es el que vive lo que enseña. Concluía diciendo que hay pocos “profesores”, menos “maestros” y muchos menos “ejemplos”.
 
Y aquí voy con mi argumento. Creo que hay profesiones que deberían estar vetadas para determinado tipo de personas. Sencillamente no están cualificadas. No por sus conocimientos, sino por sus características personales. Resumo mucho: no se puede ser egoísta y ser maestro, no se puede ser interesado y tener una profesión de ayuda a los demás. Eso sería permitir que los lobos se disfracen de corderos. Eso sería permitir que lo mejor del género humano sea ultrajado por lo peor del mismo. Y el ultraje más dañino es que nos quiten la esperanza en nosotros (como especie) y la confianza en el otro.
 
Por eso, por defensa como grupo, postulo que algunos tienen equivocada su profesión porque son malos “ejemplos”. ¿Qué pensáis?

1 comentario:

  1. Estoy contigo de acuerdo al 100%. Me parece que deberia verse a fondo y enfocarse a cada persona por sus cualidades a determinadas profesiones, y en otros casos prohibir el acceso, cosa que ya se hace, como por ejemplo para ser policia o militar. A lo mejor con esas cribas habria menos sucesos y mas satisfacción personal

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