jueves, 7 de abril de 2011

QUÉ IMPLICA IMPLICAR por FÉLIX ALBERTO SANZ

Hay un comentario que, en los cursos sobre liderazgo que imparto, aparece con bastante frecuencia: “Todo esto que hablamos que ha de hacer un líder está muy bien pero de los jefes que hemos tenido muy pocos lo hacen”. Mi respuesta siempre es la misma “es que no nosotros estamos aprendiendo a ser buenos líderes no a ser malos jefes”.

Una de las 1866591238241 competencias que ha de tener un buen líder, pero uno bueno de verdad, es la capacidad de implicar a la gente con los objetivos definidos, con el equipo del que forma parte y, por supuesto, con la organización a la que pertenece. Y no, no es fácil, pero es que es mucho más complicado sin poner sobre el tapete la parte emocional.
Me desagrada sobremanera cuando alguna persona con responsabilidad de liderar en una empresa o un colectivo me comenta, enfadada o disgustada, que “la gente no está implicada”. Siempre me sale la misma respuesta “¡Coño, alguna responsabilidad tendrás tú en ello!” (y no quiero ni contar lo que pienso cuando añaden la coletilla de "con lo que cobran").
Y es que es muy fácil pedir implicación desde el despacho, desde el ordenador, desde los números,…pero es muy complicado conseguirla desde ahí.
Yo creo que no podemos implicar en nada a las personas que están con nosotros sin mostrarnos nosotros mismos, sin exponernos, sin tomar riesgos personales, sin ser honestos y… sin ser capaces de hacer ver a esas personas qué ganan a cambio de su implicación y, aún menos, sin dárselo. No podemos implicar sin DAR. Y es curioso, porque en ese “dar” no suelen aparecer cuestiones materiales.

Hace años, un gran amigo me dijo que toda relación personal, del tipo que sea, se basa en el egoísmo. Me ponía el ejemplo de nuestra amistad, “somos amigos –me decía- porque cada uno de nosotros recibe algo a cambio de lo que da. Cariño, confianza, diversión, lealtad,… Sea lo que sea, para mantener una relación, una persona ha de recibir algo a cambio de lo que da”.
En las empresas, en los equipos, eso es así multiplicado por muchos más factores aún.

Cuando firmamos un contrato laboral cambiamos nuestros conocimientos, nuestras habilidades, nuestra experiencia y nuestro tiempo por una serie de condiciones, casi siempre económicas. Pero eso tan sólo genera y “garantiza” una contraprestación, nada más a priori. La implicación que ponemos o dejamos de poner no aparece en ninguna parte del contrato. Porque no es algo que se pueda firmar. Porque es un plus que nos apetece dar o no nos apetece dar en función de lo que recibimos a cambio. Y eso que recibimos a cambio también ha de ser un plus, un plus muchas veces intangible que jamás podremos plasmar en un contrato.

Pensemos en qué o con quién estamos nosotros verdaderamente implicados en nuestra vida. ¿Qué nos ha hecho estar implicado con ello o ellos? ¿A que siempre aparecen cuestiones emocionales de fondo? ¿Y a que siempre recibimos recompensas emocionales a cambio de esa implicación máxima y es eso lo que nos liga de continuo? ¿Y qué nos hace desligarnos de ello? ¿Dejar de recibir lo que creemos que me merece la pena a cambio de lo que damos?

Si eso, a nivel personal, es así y todos más o menos lo tenemos claro, ¿qué “troyano” nos infecta el disco duro cuando estamos trabajando y más aún cuándo tenemos responsabilidad o poder? ¿Porqué muchas (sí, muchas, por qué no decirlo) personas con puestos de responsabilidad en las empresas no lo tienen en cuenta para los demás, para las personas a las que tienen que implicar? ¿Qué cuesta “bajar” con la gente? ¿Hablar con las personas con las que colaboramos? ¿Escucharles? ¿Saber qué necesitan? ¿Mostrarse? ¿Dar?

Y si más o menos todos, como dicen las personas en los cursos, lo tenemos claro en la teoría, ¿qué es, cuando se tienen responsabilidades o poder, lo que impide aplicarlo al día a día?
Y que nadie me responda que tiempo, por Dios, que dar ese tiempo extra es, precisamente, implicarse con quienes queremos implicar.

2 comentarios:

  1. Hasta hoy no me he podido poner al día con los últimos artículos que habeis publicado y me he sorprendido a mí misma dándote la razón según leía lo que has escrito.Cuanta razón tienes en que siempre nos quejamos de la poca implicación de las personas con las que trabajamos, pero no nos damos cuenta de que parte de la culpa la tenemos nosotros. Muchas veces vamos dejando pasar las cosas sin actuar, nos cuesta mucho agradecer un buen trabajo, tomar un café fuera de tu círculo diario de trabajo, refujiándonos en la excusa de tener mucho que hacer.
    Quiero agradecerte tu reflexión porque aunque sea algo obvio y que todos sabemos a veces vas descuidándote y de repente te das cuenta de que llevas sin hacer las cosas bien mucho tiempo. Desde mañana tengo el propósito de salir todos los días de mi circulo e intentar mejorar la falta de implicación de mi plantilla. Gracias nuevamente

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  2. Gracias Felix por tu claridad. desde luego estoy de acuerdo con ambos en que es más fácil predicar que dar trigo. A mi me funciona pensar a diario unos 15 minutos cómo voy a desarrollar a alguna persona concreta de mi equipo. Ultimamente le doy vueltas a cómo proporcionar un buen feedback para que estas personas se conozcan mejor y decidan comprometerse. No creo en la motivación que venga desde fuera de la persona.

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