La desigualdad entre mujeres y hombres en el ámbito
laboral es una realidad, lo muestran los datos que refieren que las mujeres
presentan los porcentajes más altos de precariedad laboral, temporalidad, desigualdad
salarial, dificultades para acceder a determinados empleos, ocupar puestos
directivos y la conciliación entre la vida profesional y familiar.
Todos estos fenómenos ocurren por varias razones y están
relacionados entre sí en un sistema socio-cultural complejo y dinámico.
En este post se realiza un breve análisis de cuatro aspectos
clave de la problemática que marcan las diferencias centrales entre hombres y
mujeres.
1). Segregación ocupacional por género y diferencias en
la elección de estudios superiores.
2). Brecha salarial.
3). Techo de cristal.
4). Conciliación familiar.
El punto de partida comienza en la infancia, momento en
el que empezamos a adquirir los roles de género a través de la socialización, proceso
de aprendizaje por el que se transmiten creencias, valores y comportamientos
dominantes de una determinada sociedad. Los agentes socializadores como la
familia, la escuela, los medios de comunicación y la sociedad en general, perpetúan
los estereotipos de género fomentando distintas actividades para niños y niñas,
por ejemplo, a las niñas se las relaciona con actividades de cuidados y
atención a los demás, mientras que a los niños se les incentiva actividades de acción, competición, estrategia y
mayor control del medio externo.
De esta forma se crean
unas tendencias específicas que se mantienen en la edad adulta haciendo que,
por un lado, las mujeres prefieran realizar unos trabajos determinados y a su
vez la sociedad espere eso mismo de ellas. Una retroalimentación que perpetúa
la orientación laboral de las mujeres en puestos de atención y servicio a los
demás y al cuidado del hogar; y al hombre en sectores de industria,
agricultura, construcción y ocupaciones en la esfera pública.
Se produce así una división sexual de trabajo tanto en
empleos no cualificados como en puestos que requieren estudios superiores. Si
observamos los datos del Ministerio de Educación vemos como en los grados relacionados
con profesiones de ayuda y enseñanza como enfermería, pedagogía o psicología el
porcentaje de mujeres llega hasta el 80%. Sin embargo, cuando se trata de
carreras técnicas como ingeniería, industria o construcción el número de
mujeres presentes desciende a un 24,7%.
En cuanto al tema salarial según el Instituto Nacional de
Estadística, en el año 2018, el salario anual más frecuente en las mujeres
(15.484,4 euros) representó el 83,8% del salario más frecuente en los hombres
(18.470,8 euros).
Para ver las
diferencias salariales, hay que tener en cuenta el salario por hora y
distinguir el tipo de jornada, dado que las mujeres suelen presentar mayor tasa de trabajos a tiempo parcial. En el trabajo a tiempo
completo, el salario por hora de las mujeres (11,9 euros) en el año 2018 alcanzaba
el 93,3% del salario por hora de los hombres (12,8 euros). Al considerar la
jornada a tiempo parcial, el porcentaje anterior alcanza un valor del 87,4%.
Otro fenómeno, que lleva describiéndose varias décadas,
es el techo de cristal que se trata de una barrera invisible que impide a
mujeres cualificadas alcanzar puestos directivos y de alta responsabilidad. Aunque
actualmente el número de mujeres trabajadoras constituyen más de la mitad de la
población ocupada, la presencia femenina disminuye drásticamente en
determinados puestos como, por ejemplo, en la presidencia y consejo de
administración de las empresas del IBEX-35 (presidentas: 2.86%;
vicepresidentas: 2.44%; consejeras: 3.69%), en altos cargos del Banco de España
(donde su presencia es nula), o en la presidencia de las cámaras oficiales de
comercio, industria y navegación (2.35%).
Las causas de este fenómeno son variadas, y es un hecho que,
aunque una mujer esté preparada para liderar un determinado puesto, los factores
socio-culturales juegan en su contra teniendo que romper más barreras y
prejuicios que los hombres para poder desarrollarse profesionalmente.
Uno de los factores con mayor peso que impide a la mujer
evolucionar profesionalmente es la irreal conciliación familiar. Actualmente
son muchas las mujeres que deben sacrificar sus logros profesionales por el
cuidado familiar y aunque muchas veces parece una elección completamente
voluntaria, hay una herencia patriarcal que arrastra tanto a hombres como a
mujeres a responsabilizar ciertas tareas (como el cuidado de los hijos) a las
mujeres, algo que solo puede combatirse con la educación y la transformación de
la sociedad actual.
Como conclusión, cada vez hay más leyes que amparan la
igualdad de oportunidades, pero no es suficiente: la no discriminación por género
resulta sólo un criterio legal pero no un hecho plenamente conseguido. La
conciliación no será real y no servirá de nada impulsar a las mujeres a la
esfera pública, si no se educa a los hombres en responsabilidad compartida en
la esfera privada. Debe haber un cambio integral en la sociedad: una educación
con perspectiva de género que empodere a las mujeres y permita eliminar las barreras
actuales, que se centre en las personas y en la explotación del talento sin diferencias
de género, rompiendo los modelos clásicos de la masculinidad hegemónica.
Si no entendemos que la historia y los grandes hitos se
cuentan desde un punto de vista androcéntrico y que eso modela nuestras
creencias, aspiraciones y expectativas; si no entendemos que la educación es la
base del cambio, las leyes por sí solas sólo cambiarán la forma, pero el trasfondo
del imaginario colectivo seguirá siendo el mismo: hace falta un cambio de pensamiento
transformacional y cultural.
¿Y tú qué opinas? ¿Has podido observar estas
desigualdades en tu entorno laboral?
¿Te has preguntado alguna vez por qué profesiones
tradicionalmente femeninas, como costurera o cocinera, cobran prestigio de la
mano de los hombres saltando a la esfera pública como diseñadores y chefs? ¿Consideras
que la educación actual se imparte con perspectiva de género? ¿La próxima vez
que te vuelvan a poner a Rafa Nadal como ejemplo de superación, recordarás que
Margaret Court, Serena Williams y Steffi Graf le superan en número de Grand
Slam?
¿Y tú qué opinas? ¿Has podido observar estas desigualdades en tu entorno laboral?
ResponderEliminarMe ha parecido muy acertado el enfoque de tu reflexión. Es evidente, que el problema tan arraigado que arrastramos en materia de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, afecta de manera exponencial en los altos cargos en el entorno laboral.
Desde luego, tenemos y debemos de tratar de generar sinergias en el campo de acción ;en el entorno laboral. Como RRHH tenemos una obligación clarísima no sólo apoyándonos de la parte más insititucional, y no sólo por intentar cumplir con la ley, si no que debemos ir un paso más allá, e implementar acciones en la empresa que permitan alcanzar esas oportunidades reales y efectivas entre hombres y mujeres.
La realidad hoy día, es que resulta un tetris muy complejo conciliar vida familiar y laboral. Por ello, un altísimo porcentaje de mujeres, tienen que renunciar a altos cargos, pues compaginar esto se hace muy muy complicado. Al final, no tener representación femenina en altos cargos, inevitablemente hace que te desmotives, y que no te veas reflejada en esas "altas esferas" , por lo que acabas abandonando (muy frustrada) tu meta profesional (altos cargos y puestos relevantes).
Volviendo al hilo de tu pregunta, me parece interesante saber que la primera programadora de la historia fue una mujer: Ada Lovelace, sin embargo, apenas un 20% o 25% de las mujeres hoy día ocupan puestos relacionados con la tecnología y la transformación digital. (Iremos viendo si esa brecha va disminuyendo o por el contrario va en aumento)
https://www.youtube.com/watch?v=Zox74Bfwp0o
ResponderEliminarhttps://yolandadominguez.com/
A colación del fondo del tema, os dejo un vídeo de una artística experta en comunicación y género, que hace verdaderas obras de arte visibilizando a través de los medios, el papel de la mujer en la sociedad, y desmontando estereotipos, (al final es la base de la sociedad en la que vivimos, y en lo que desemboca la falta de oportunidades en el entorno laboral)