Una
de las citas más famosas de la literatura universal y de su autor William
Shakespeare en particular decía así: Ser o no ser, he aquí la cuestión. Y
yo me pregunto, ¿se puede ser cuando no se es?
La
respuesta a esta pregunta nos lleva a la EMPATÍA y cómo esta simple palabra de
siete letras pero a su vez con tanta fuerza, puede crear en nosotros
sentimientos nuevos, aprendizaje, percepciones, mayor capacidad, etc.
Digamos
que la empatía es esa capacidad de teletransportarnos en el lugar del otro para
percibir sus sentimientos y pensamientos. De esta manera podemos abandonar a
nuestro propio “yo” alejando nuestros conocimientos, nuestro sentir,
razonamientos incluso los juicios de valor que podemos hacer cuando una persona
nos cuenta algo que le pueda inquietar, emocionar, entristecer..., o
simplemente, aunque dicha persona esté en silencio lo que ésta nos pueda
transmitir con sus emociones; tendremos la capacidad de salir de nuestra mente
y adentrarnos en la posición “del otro”.
No
quiere decir que por ser empáticos tengamos que dejar de creer en nuestras
convicciones y adoptar las del otro, sino que es entender porqué la otra
persona tiene esas creencias, sentimientos...
“Las tres cuartas partes de las miserias
y malos entendidos en el mundo terminarían si las personas se pusieran en los
zapatos de sus adversarios y entendieran su punto de vista” Mahatma
Gandhi.
El
método de meditación budista llamado Upekkha Bhavana trabaja para desechar las ideas de indiferencia y neutralidad apática, y que
en contraposición aflore la idea de ecuanimidad en el sentido de eliminar toda opinión
formada y juicios previos sobre los demás que hacemos nosotros mismos de forma
egoísta puesto que siempre nos ponemos por delante “yo, yo, yo” y de esta forma
experimentar un sentimiento de unidad, solidaridad y empatía con los demás
seres.
A
continuación un cuento titulado “Así es la vida”:
Un agricultor pacífico y tranquilo que
vivía con su hijo vio un día que su único caballo se había escapado del
establo. Los vecinos no dudaron en acercarse a su casa y condolerse por su mala
suerte.
- Pobre amigo, qué mala fortuna. Has
perdido tu herramienta de trabajo ¿Quién te ayudará ahora con las penosas
tareas del campo? Tú solo no podrás, y te espera el hambre y la ruina.
Pero el hombre únicamente contestó:
-Así es la vida.
Pero dos días después su caballo
regresó acompañado de otro joven y magnífico ejemplar. Los vecinos esta vez se
apresuraron a felicitarlo.
-¡Qué buena suerte, ahora tienes dos
caballos! ¡Has doblado tu fortuna sin hacer nada!
El hombre sólo musitó:
-Así es la vida.
Pero a los pocos días el padre y su
hijo salieron juntos a cabalgar. En un tramo del camino, el joven caballo se
asustó y tiró de la montura al muchacho, que se partió una pierna en la caída.
Nuevamente los vecinos se acercaron a su casa.
-Sí que es mala suerte; si no hubiese venido
ese maldito caballo, tu hijo estaría sano como antes, y no con esa pierna rota
que Dios sabe si sanará.
El agricultor volvió a repetir:
-Así es la vida.
Pero ocurrió que en aquel reino se
declaró la guerra y los militares se acercaron a aquella perdida aldea a
reclutar a todos los jóvenes en edad de prestar servicio de armas. Todos
marcharon al frente menos el hijo del agricultor, que fue rechazado por su
imposibilidad de caminar. Los vecinos fueron otra vez a casa del agricultor, en
esta ocasión con lágrimas en los ojos.
-¡Qué desgracia la nuestra, no sabemos
si volveremos a ver a nuestros hijos; tú en cambio tienes en casa al tuyo con
una pequeña dolencia!
El hombre, una vez más, dijo:
-Así es la vida.
Una
de las enseñanzas de este cuento, es que las personas tendemos a juzgar, puesto
que primero tendemos a pensar en nosotros mismos o cómo vemos desde nuestro
punto de vista la realidad del otro y no cómo lo está sintiendo; en definitiva,
se transmite ese “yocentrismo”.
Os
recomiendo ver este extracto del programa “Redes” en el que se habla del
budismo y la neurociencia contemplativa en relación con la compasión, empatía,
equilibrio emocional, felicidad, etcétera.
Ahora
me gustaría hacer una mención a la idea del programa de “El Jefe infiltrado”,
digo sólo a la idea puesto que ya sabemos que en la “caja tonta” se tiende al
puro show televisivo. En este programa se practica la empatía de forma literal,
el jefe se disfraza para no ser reconocido por sus trabajadores y realiza las
funciones de determinados puestos de trabajo.
De esta manera puede observar lo
que se hace bien, los errores que se realizan y problemas que se plantean y
cómo es el día a día de sus trabajadores.
Con
ello no sólo se teletransporta a la mente de sus empleados sino que es uno más
y desde esa posición la visión cambia completamente.
Creo
que es un buen ejercicio para que se entiendan muchas veces los problemas,
quejas y demás asuntos que existen en las organizaciones. De otro modo, también
habría que hacer el ejercicio contrario y que los empleados se pusieran “en los
zapatos” de sus jefes para entender el por qué de muchas de sus decisiones.
En
conclusión si todos fuésemos más empáticos y pensásemos más en cómo se sienten
las personas, este mundo sería mejor y nosotros más felices en él.
A
continuación y como despedida, un vídeo que refleja la empatía en su estado más
puro.