Finalizaba el año y con él el curso de formación de líderes. Amablemente el director del máster me había invitado a presenciar las exposiciones que los alumnos hacían sobre los cambios implantados en su trabajo. Estaban inspirados en ideas debatidas en el curso. Confieso que me entusiasmó escuchar sus logros.
Encontré un aspecto común en todos
ellos: el cambio que la formación había producido en su forma de liderar, desde
que iniciaron el curso hasta el momento en el que hacían su presentación.
De vez en cuando escucho a
trabajadores de diversas empresas hablar de lo mal que está el ambiente en su
trabajo. De los jefes que mandan sin preocuparse de la persona que tienen
delante, con el sólo objetivo de que el trabajo salga, sin preocuparles la
forma ni las circunstancias. Esto me cuadra con lo que lo que escuché a los
alumnos referidos: era el estilo que ellos tenían cuando les enviaron a
formarse.
El cambio en su comportamiento que
ellos presentaban, iba en beneficio, no sólo de las relaciones con los demás,
sino de la eficacia del trabajo y del desarrollo para los que trabajan junto a
ellos. En efecto, habían comprendido que la mejor manera de hacer un trabajo
bien y rápidamente, es cuando uno comprende su misión y tiene interés en realizarla.
Podemos sintetizar que este fue el aprendizaje principal del curso: el líder de
un equipo ha de lograr que las actividades del mismo estén organizadas, que los
objetivos sean compartidos y que los colaboradores comprendan y deseen hacer el
trabajo.
Podemos pensar que con este cambio
las cosas vayan mejor en las empresas de nuestro entorno, y así es. Pero el
cambio no sólo es producto de la formación que pueda recibir un mando. Junto a
ella, es necesario haber trazado una estrategia en la empresa, en la cual la
formación de los mandos es una de las ramas. Así lo pude comprender viendo que
en las presentaciones referidas, asistían directivos de las correspondientes
empresas, y detectando la satisfacción que les producía, comprobar la
transformación de sus colaboradores en la formación seguida.
En efecto, uno no aprende a ser
mando con las teorías de la Universidad. Tampoco se adquiere por genética, ni
va implícito en la toma de posesión del cargo. Como todos los aprendizajes
comportamentales, requiere una parte conceptual (teoría) y otra práctica. La
primera puede adquirirse de varios modos. La práctica es más compleja ya que
requiere un entorno adecuado. Por eso es fundamental que la empresa tenga
establecida una estrategia, y que facilite y reconozca los logros que se van
alcanzando.
Si estas personas, que ya eran
mandos, reconocieron un cambio de comportamiento, es porque cuando vinieron al
curso ejercían su trabajo de modo diferente. Además estaban convencidos de que
las nuevas pautas les proporcionaban mejor clima de trabajo y mejor
rendimiento. ¿Por qué antes realizaban así su trabajo?, ¿Cómo y dónde lo
aprendieron?, ¿Cuántos mandos lo aprenden y ejecutan de modo similar?, ¿Cuántas
empresas quedan que no se hayan planteado cambiar?,…
Sin duda esta serie de preguntas nos
lleva a explicarnos el contexto en el que muchas personas desarrollan su
trabajo, incluso de la situación social que vivimos. Ante este planteamiento,
podemos comprender el descontento que muchos, demasiada gente, echa por la
boca, cuando habla de su jefe, y de la forma de trabajar. Las crisis económicas
son como las tormentas: aparecen y más tarde acaban desapareciendo, aunque
dejen huella. Pero la corrupción que percibimos en los gobiernos y en las
empresas, son más duraderas, porque deforman la genética de las Organizaciones
y los valores que las personas tienen como principios. Además, difícilmente
vamos a despegarnos de ella: fijaros lo poco que se oye hablar de ética ni en
los negocios ni en los planes de formación. ¿Cómo tomaremos conciencia de su
peligro?
Volviendo a nuestro tema, el tiempo
que dedicamos al trabajo es algo muy importante en la vida de una persona, pues
es una gran parte de ella. ¿Puede permitirse una empresa del siglo XXI tener
colaboradores sin interés en su trabajo?, ¿Puede lograr una paz estabilizada la
sociedad en la que el ganar más, se ha convertido en un objetivo indiscutible? Recordemos
que la ganancia, lo mismo en un individuo que en una empresa, es un medio, y
nada más, para lograr los objetivos que se propone. El grado de absentismo de
nuestras empresas puede ser un indicador que refleje el ambiente que vivimos en
ella. ¿Qué puede generar un contexto de trabajo así? Perder los verdaderos
objetivos puede ser peligroso: a las clínicas psiquiátricas no sólo se va por la
depresión y el desinterés que tenemos por la vida.
En esta situación, quiero resaltar
el mérito que tienen las personas que han emprendido el camino de la
regeneración. Empresas que piden a sus mandos tiempo y esfuerzo para que
después del trabajo, dediquen los fines de semana al aprendizaje sobre la
compleja tarea de liderar. Mandos que saben que ser mando no se aprende sólo
ejerciendo de tal, ni se recibe como un don del cielo sin esfuerzo, y dedican
su energía y su decisión a este difícil ejercicio. Cambiar una Organización,
tampoco se hace fácilmente. Sin embargo, en las difíciles circunstancias que
vivimos, hay personas que se embarcan en el cambio.
Hace justamente un siglo, hubo un
grupo de intelectuales que, sensibilizados por el desastre de 1898, se
propusieron regenerar el país, (la generación del 14). Viendo dónde estamos,
está claro que no lo lograron, a pesar de su elogiable objetivo. ¿Será este
nuevo impulso, el germen de una regeneración definitiva?
Me parece una idea muy interesante José Antonio. En este momento histórico en que sólo el cambio permanece, como diría Heráclito, la formación es la herramienta necesaria para la trans-formación. Sin duda, la formación es la mejor forma de prepararse y adaptarse a los cambios. Me apunto a la nueva generación del 14(2014), a la regeneración por la formación! Gracias! Saludos.
ResponderEliminarNo sé por dónde se me había escurrido la lectura de este post, Pepe. Qué alegría me da que compartas en este foro la satisfacción que te dio contemplar la evolución como líderes de los alumnos del Master en Liderazgo y Gestión de Equipos que tengo la suerte de Dirigir y tú arrancaste hace ya tres años.
ResponderEliminarComo bien dices, y en eso estamos alineados por completos, el desarrollo de las habilidades directivas (y profesionales en general) han de plasmarse en la realidad del día a día laboral de los alumnos y ahí ha de redicar su valor diferencial.
Y sí, a mí como a ti, me llenó de orgullo y satisfacción comprobar cómo habían integrado en su forma de liderar lo aprendido durante un año en el Máster.
MIllones de gracias por tu escrito.
Un fuerte abrazo