Existen numerosos ejemplos que
demuestran que el conflicto entre trabajo y familia, además de afectar a la
persona, tiene consecuencias negativas para la empresa. Cuadros de estrés,
insatisfacción laboral, menor compromiso y rendimiento con los objetivos de la
empresa, costes crecientes en mala calidad, baja productividad, peor calidad de
vida y pérdidas de profesionales cualificadas.
Una actitud proactiva por parte
de las PYMES respecto a la conciliación puede ser de gran ayuda para la
sostenibilidad económica futura, teniendo en cuenta que no se trata sólo de la
implementación de ciertas políticas que ayuden a mejorar este conflicto, sino
del desarrollo de una nueva cultura organizacional.
Si los programas que implanta la
empresa para remediar la situación se dirigen exclusivamente a las mujeres, el
coste adicional de tales programas hará que las empresas sigan viendo más caro contratar a una mujer que a un hombre.
Muchas empresas siguen
considerando que el conflicto entre trabajo y vida familiar no es de su
responsabilidad, dejando en manos de la Administración la solución al problema.
Afortunadamente esta tendencia está cambiando y cada vez más empresas están
empezando a abordar acciones para ayudar a las personas miembros de sus
plantillas a conciliar trabajo y familia.
Las políticas de conciliación
entre la vida profesional y la familiar están conformadas por un conjunto de
disposiciones heterogéneas que tienen el denominador común de arbitrar medidas
de integración entre la esfera productiva y la familiar, procurando tiempo a
madres y padres para que puedan dedicarse de manera intensiva al cuidado de
niños y niñas durante la etapa en que más lo necesitan, entre otras acciones.
Pero el retraso en cuestiones de
management empresarial se hace evidente cuando se examina detenidamente el estilo de dirección de
grandes y pequeñas empresas que priman el corto frente al largo plazo y que no
parecen, de ninguna manera, sentirse amenazadas por las numerosas razones que
hacen esperar que el conflicto trabajo/familia sea cada vez un problema más
intenso.
El volumen de paro existente
permite una percepción de la realidad donde el puesto de trabajo constituye el
bien más preciado de la persona que lo ocupa, mientras la creciente
consolidación del fenómeno del paro permite el recambio en sectores donde la
necesidad de mano de obra podría ser más acuciante. ¿Por qué preocuparse
entonces?
Viejos paradigmas como la cultura
del trabajo presencial y las largas jornadas laborales, según los cuales la
productividad suele asociarse al tiempo que un empleado o empleada pasa en el
lugar de trabajo, obstaculizan la consecución del equilibrio entre vida y
trabajo que permita a las personas trabajadoras alcanzar un estadio de
bienestar personal y laboral.
Un tratamiento inadecuado, por
parte de dirección de la empresa, ante estas demandas llevaría a trabajadores y
trabajadoras a experimentar niveles de estrés directamente relacionados con
problemas de salud y absentismo laboral, con el consiguiente descenso de la
productividad en la empresa. Por no mencionar el elevado índice de abandonos
del mercado del trabajo, por parte de muchas personas, que incapaces de
compaginar el trabajo en la empresa y sus obligaciones familiares, hacen una
opción de vida alejada del mundo laboral.
Esta “fuga” de trabajadores y
trabajadoras es especialmente gravosa para la PYME, dado que entraña la pérdida
de las destrezas que poseen y la de la inversión realizada en formación, lo que
redunda en mayores costes.
Por el contrario, los empleados
y empleadas que logran alcanzar este equilibrio suelen mostrarse más
satisfechos y dispuestos a comprometerse más ampliamente a favor de su empresa,
al tiempo que sus niveles de productividad crecen a medida que la empresa se
muestra más receptiva a sus expectativas y necesidades.
Debe tenerse en cuenta que una
estrategia comprometida en materia de conciliación vida y trabajo sitúa a la
empresa en un plano de cumplimiento de la legislación vigente que puede ser
beneficioso a la larga en sus relaciones con otras organizaciones, la
administración y la clientela. La imagen
pública de la empresa como agente económico progresista y socialmente
responsable viene siendo cada vez más uno de los objetivos fundamentales para
las PYMES.
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