Hay ocasiones en las que la vida nos trae asuntos que te remueven por dentro. Y a
veces esos asuntos se encadenan y, vistos hacia atrás, parecen querer darte un
mensaje y cobran sentido. Como un puzzle que se completa ante tus ojos.
Un
ejemplo: según escribo éstas líneas hay, en los periódicos, varios casos de
abusos a menores. Una adolescente se suicida en Gijón. Parece que ha sido
víctima de acoso por parte de sus compañeras. Otro niño en Vigo se ha visto
obligado a abandonar el colegio por las reiteradas palizas y abusos de sus
compañeros. Está recibiendo las clases en casa.
Algo se
mueve por dentro cada vez que leo o me entero de algo similar. Pero debo
reconoceros que ésta vez he tenido suerte. Y me explico. Con todo lo doloroso o
traumático que puede ser vivir una situación de éste estilo, hay algo en
nosotros, imagino que es algún tipo de defensa mental, que hace que “sólo” nos
impresione, o nos repugne, o nos indigne, o… poned aquí el adjetivo que os provocan
éste tipo de noticias. Digo que he tenido suerte porque hay detalles que hacen
que las sensaciones en mí se amplifiquen y, en ésta ocasión, esos detalles no
aparecen.
“Homo
homini lupus”, el hombre es un lobo para el hombre. Probablemente algo se esconda
en nuestros genes que nos recuerde que somos los hijos de los carroñeros, de
los violadores, de los ladrones, de los cobardes que se escondían en las
guerras… desde los tiempos en los que una tribu humana atacaba a otra. Hoy
seguimos parecido, seguimos abusando, seguimos actuando como si el otro no nos
importara. Pero hay una vía para la redención: la generosidad y el amor por los
demás. Por suerte, eso también está en nuestros genes.
A mi me
produce especial estupor conocer que los abusos han sido cometidos por lobos
disfrazados de corderos. El familiar, el sacerdote, el maestro, el psicólogo…
que, aprovechando su posición de poder y la confianza de la víctima, abusa. No
es casual que haya empleado el género masculino. Somos hombres los
protagonistas de los actos más atroces: de forma casi exclusiva en los abusos
sexuales, muy mayoritaria en los físicos y aún mantenemos el triste predominio
en los abusos psicológicos.
Quiero
centrarme, para no irme del tema de éste foro, en esas profesiones que tienen que
ver con el trato íntimo con las personas. Hace unos días desayunaba escuchando
al psiquiatra y divulgador Enrique Rojas. Hizo alusión a las figuras del
“profesor”, del “maestro” y del “ejemplo”. “Profesor” es alguien que enseña
(bien) lo que viene en los libros, el “maestro” es el que enseña lo que no
viene en los libros y “ejemplo” es el que vive lo que enseña. Concluía diciendo
que hay pocos “profesores”, menos “maestros” y muchos menos “ejemplos”.
Y aquí
voy con mi argumento. Creo que hay profesiones que deberían estar vetadas para
determinado tipo de personas. Sencillamente no están cualificadas. No por sus
conocimientos, sino por sus características personales. Resumo mucho: no se puede
ser egoísta y ser maestro, no se puede ser interesado y tener una profesión de
ayuda a los demás. Eso sería permitir que los lobos se disfracen de corderos.
Eso sería permitir que lo mejor del género humano sea ultrajado por lo peor del
mismo. Y el ultraje más dañino es que nos quiten la esperanza en nosotros (como
especie) y la confianza en el otro.
Por eso,
por defensa como grupo, postulo que algunos tienen equivocada su profesión
porque son malos “ejemplos”. ¿Qué pensáis?
Estoy contigo de acuerdo al 100%. Me parece que deberia verse a fondo y enfocarse a cada persona por sus cualidades a determinadas profesiones, y en otros casos prohibir el acceso, cosa que ya se hace, como por ejemplo para ser policia o militar. A lo mejor con esas cribas habria menos sucesos y mas satisfacción personal
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