jueves, 5 de marzo de 2015

COMPETENCIA A LOS 14, por MARTA SANCHO GARCIA

Cuando tenía 14 años, viví la presión de un cambio educativo. Yo venía de la “vieja escuela”, y aquello de que si no te aplicabas, repetías y pasabas a la ESO me asustaba sobremanera. 

Así que eso es lo que hice: aplicarme. Después llegó la Universidad, y de nuevo volví a vivir un cambio: las licenciaturas pasaron a ser de cuatro años para adaptarse a la normativa europea, pero no duró mucho, ya que al año siguiente volvieron a cambiarlo... Hoy por hoy sigue ocurriendo lo mismo, y ya no son cinco ni cuatro, sino tres los años a los que se verán reducidas las carreras universitarias.

En fin, que el político de turno, ensimismado en su propio afán de pasar a la historia por asuntos banales, es incapaz de introducir un poco de cordura en el sistema educativo y pensar en aquellos que verdaderamente tienen que utilizar la enseñanza para construirse un porvenir. 

Mientras, en el despacho frío y silencioso de un instituto, un “orientador” te aconseja estudiar aquello que tiene más salida, en lugar de alentarte y esforzarse por mostrarte vías para perseguir lo que verdaderamente te ilusiona. ¿Realmente estamos preparados para enfrentarnos a las fieras que hay tras los muros de estas instituciones? ¿Quién nos enseña a pelear por lo que queremos? ¿Quién nos abre los ojos?

Sólo tú puedes descubrirlo con el  tiempo. Porque a esa edad ni sabemos en qué somos fuertes para potenciarlo, ni sabemos en qué fallamos para trabajarlo. Por lo que te pasas media vida con un “piloto automáticoencendido, repitiendo comportamientos de los que no eres consciente (porque no conoces otra cosa y porque socialmente es lo aceptado), hasta que un buen día y, harta de que te den tantas patadas, te das cuenta de que por ahí no van los tiros. Y empiezas a cuestionarte las cosas y plantearte nuevas formas de realizarlas.

Párate a pensar: ¿qué puedo hacer para mejorar?. Ésa es la verdadera pregunta que deberían exigirnos desde muy temprana edad. Exigirnos reflexionar, hacernos entender que no hay que conformarse, sino que hay que ir a por más. Porque podemos ser mejor y tenemos capacidades para serlo. O mejor dicho: competencias.

Todos poseemos cualidades que nos hacen destacar. Pero no las explotamos porque no somos conscientes de ellas o porque no tenemos la suficiente confianza para desarrollarlas. 

No sería tan descabellado, por tanto, plantear que en el mismo ámbito académico se redireccionara el papel del orientador o tutor hacia el de facilitador de autoconocimientoalguien que pudiera mostrarte tus debilidades y enseñarte a transformarlas. Creo así que los jóvenes lograrían progresar más rápidamente y tomar decisiones más acordes con su valía.

El sistema de gestión por competencias no sólo serviría para descubrir nuevo talento en las empresas, sino también en las universidades o institutos. Ayudaría a tejer el comienzo de una futura red de auténticos profesionales, sabedores de sus límites y propias capacidades.

Si en lugar de perder el tiempo en fórmulas estériles, nuestros políticos dedicaran más esfuerzos por crear grandes profesionales, personas fuertes y conocedoras de su propio talento, tal vez nuestro país conseguiría ganarse un poco más de honradez y pasar a la historia por algo más noble que por lo que tristemente estamos acostumbrados a oír en los noticieros:  LAS PERSONAS.

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