Todos en algún momento de nuestra
vida hemos pronunciado famosas frases como: ¡Que suerte ha tenido!, siempre la
vida le sonríe, hay gente que nace con estrella y otros nacemos estrellados…etc.
Muchas veces hemos visto y
envidiado a aquellas personas que tienen
buena suerte en su día a día, en su vida profesional y personal pero
pocas veces nos paramos a pensar en cómo lo han podido conseguir, y si lo
hacemos solemos pensar de forma negativa.
Hace poco
tiempo me encontré por casualidad un libro titulado
“LA BUENA SUERTE”. En él se
explica la diferencia entre la suerte y la buena suerte, la fugacidad de una y
la perdurabilidad que puede tener la otra mediante el relato de una historia. A
simple vista parece una diferencia inexistente pero es imprescindible para llegar a entender lo
que cada una puede aportarnos en nuestras vidas.
La suerte como tal es la que relacionamos con el azar, que llega
a ser tan improbable que resulta “absurdo” esperar que nos alcance y si al fin
nos llega, no dura demasiado.
¿Sabíais que casi el 90 por ciento de las personas a las que les ha
tocado la lotería no han tardado más de diez años en arruinarse o en volver a
estar como antes estaban?
Por otro lado, la buena suerte es la suma de oportunidad y preparación, es decir,
aquella que depende de nosotros mismos, de nuestra capacidad de hacer las cosas
de diferente manera, de fijarnos en los pequeños detalles y sobre todo de ser
perseverante, no abandonar.
La buena suerte no se vende y en muchas
ocasiones suele ser un camino difícil que tenemos que trazar preguntándonos el
por qué de las cosas y llegando siempre a la causa raíz.
Crear BUENA SUERTE es preparar las
circunstancias para la oportunidad, ya que esta no es cuestión de suerte o azar,
¡siempre está ahí!
Reside en nuestro poder el decidir
si confiamos en la casualidad para conseguir la buena suerte o preferimos crear
circunstancias para encontrarla.
Por lo tanto, ¡NOSOTROS DECIDIMOS SER LA CAUSA
DE NUESTRA BUENA SUERTE!
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