El 16 de Julio de este año nació Luna, mi hija. Mucha gente dice que el nacimiento de sus hijos es el momento más bonito de su vida, no es mi caso. Os contaré porqué…
…resumiendo mucho os diré que María José, mi mujer, rompió aguas un jueves a las 4 de la tarde y Luna nació el sábado a las 7 y media de la mañana, un mes antes de lo previsto. Qué pasó en esas horas tampoco viene a cuento ahora. Lo que sí os quiero contar fueron los 5 minutos previos y los 15 siguientes (aunque a mí me parecieron 15 horas) a que la niña saliera a la luz.
En el paritorio, sin contarnos a nosotros, los padres, habría unas 6 ó 7 personas. Todo era buen ambiente, muchas y buenas palabras y una aparente alegría hasta que el parto comenzó. Momentos antes de comenzar, la matrona le preguntó a la madre si quería a la niña sobre ella nada más nacer, la respuesta –no podía ser de otra manera- fue que sí.
El clásico alboroto del momento del parto de repente se frenó en seco y esas personas que no paraban de hablar, de animar, de sonreír, de… de repente se callaron cuando la niña salió del cuerpo de su madre. Yo, agarrándole la mano, vi extrañas miradas que se cruzaban y un silencio incómodo se adueñaba de la escena. A la niña no la oímos llorar y en lugar de posarla sobre su madre se la llevaron sin más a una incubadora. Nadie nos decía nada.
María José tumbada en la cama no podía ver nada de lo que pasaba y no dejaba de preguntarme “¿porqué no la oigo llorar? ¿Por qué se la han llevado? ¿Qué le pasa?” Y yo, de pie, viendo lo que estaba pasando pero sin entender tampoco nada no sabía que responderle, sólo le decía “La veo moverse así que estate tranquila, la médico está haciendo su trabajo y seguro que lo hace de maravilla, vamos a estar nosotros tranquilos para que ella pueda hacer su trabajo lo mejor que sepa” (creo que es el momento en el que más orgulloso estoy de cómo me he comportado en toda mi vida).
La médico, una pediatra residente, hacía su trabajo pero no nos decía ABSOLUTAMENTE NADA a pesar de estar a escasos 2 metros de nosotros y de escuchar sus preguntas y mis respuestas.
En ese rato nadie decía nada -e incluso alguna persona salió de la habitación-. Bueno sí, María José no dejaba de preguntarme “¿Pero qué le pasa? ¿Está bien? ¿Por qué no la oigo? ¿Porqué no me dicen nada?” Y yo que no dejaba de responder lo mismo“estate tranquila que sí se mueve y seguramente le cueste respirar al ser prematura y le están ayudando a que lo haga” (mi respuesta, claro está, desde el total desconocimiento de lo que sucedía).
Tras un tiempo intentándola reanimar (o lo que estuviera haciendo) llamó por un teléfono interno a la Pediatra Adjunto para que viniera con un "¿puedes venir a ayudarme?" de lo más "tranquilizador"
Cuando por fin vino la Medico Adjunta se pudo manos a la obra con lo que su compañera estaba haciendo y mientras tanto nos dijo: “Estaros tranquilos, la niña ha nacido con dificultad respiratoria y por eso la estamos poniendo una mascarilla. Además ha nacido muy pálida y le cuesta adaptarse al medio y tenemos que bajarla a cuidados de neonatos para que esté mejor cuidada, ha pasado un momento complicado pero parece que va mejorando”. La metió en una incubadora móvil y se la llevaron.
La siguiente media hora, hasta que pude bajar a verla, creo que ha sido la más larga de toda mi vida.
A las pocas horas Luna ya estaba divinamente fuera de la incubadora, aunque tuvo que quedarse aún unos días en observación.
Yo, horas después, mientras recordaba todo, no dejaba de unir aquel suceso tan importante en mi vida con mi profesión.
Tuvimos un equipo maravilloso desde el punto de vista “técnico” pero lamentable en cuanto a habilidades comunicativas y con una inteligencia emocional que rozaba los mínimos exigidos a un profesional. Es cierto que sus labores técnicas las hicieron a la perfección y así se lo agradezco, pero no es menos cierto también que crearon una situación realmente desagradable por no ser capaces de ponerse en nuestro lugar (en especial el de la madre) y no facilitarnos información.
Y de ahí empecé a divagar (como hago ahora) y me surgieron dos reflexiones:
La primera es la necesidad que tienen muchas carreras de formar a sus alumnos en competencias transversales, fundamentales para su desarrollo profesional y no lo hacen. O en la necesidad que tienen muchos profesionales de formarse en aspectos “no específicos de su labor” para desempeñar mucho mejor su profesión. Porque ¿Cuánto de “empatía” o de “trabajo en equipo”, por poner dos ejemplos, necesita un médico o un enfermero? ¿Cuánto de liderazgo o de gestión del estrés, por poner otros dos, necesita un ingeniero? ¿Cuánto de escucha activa o de asertividad necesita un abogado?... Y ¿cuánto se les forma sobre ello?
Es más, si vamos un paso más atrás, ¿porqué no se educa a los niños y adolescentes en algo que no sólo les va a valer para trabajar mejor sino para vivir mejor como es desarrollar su Inteligencia Emocional?
La otra reflexión que me vino es la importancia de compartir la información con los que tenemos cerca, para 127134834 cosas diferentes, una de ellas, no generar uno de los estados emocionales más dañinos para el ser humano, la incertidumbre.
Pero bueno, a lo importante (al menos para mí), esa mañana del 16 de Julio nunca la recordaré como el momento más bonito de mi vida, pero sin dudarlo sí fue el momento más importante de la misma.
Ah y a día de hoy Luna está preciosa.
P.D. Sé que alguno puede pensar que lo realmente importante, que la niña viviera y estuviera sana, se cumplió. Es así y así lo agradeceré siempre, pero no es menos cierto que, como decía al comenzar, a mí me gustaría haber recordado ese día con un poco menos de tensión. Que digo yo que también es importante.
…resumiendo mucho os diré que María José, mi mujer, rompió aguas un jueves a las 4 de la tarde y Luna nació el sábado a las 7 y media de la mañana, un mes antes de lo previsto. Qué pasó en esas horas tampoco viene a cuento ahora. Lo que sí os quiero contar fueron los 5 minutos previos y los 15 siguientes (aunque a mí me parecieron 15 horas) a que la niña saliera a la luz.
En el paritorio, sin contarnos a nosotros, los padres, habría unas 6 ó 7 personas. Todo era buen ambiente, muchas y buenas palabras y una aparente alegría hasta que el parto comenzó. Momentos antes de comenzar, la matrona le preguntó a la madre si quería a la niña sobre ella nada más nacer, la respuesta –no podía ser de otra manera- fue que sí.
El clásico alboroto del momento del parto de repente se frenó en seco y esas personas que no paraban de hablar, de animar, de sonreír, de… de repente se callaron cuando la niña salió del cuerpo de su madre. Yo, agarrándole la mano, vi extrañas miradas que se cruzaban y un silencio incómodo se adueñaba de la escena. A la niña no la oímos llorar y en lugar de posarla sobre su madre se la llevaron sin más a una incubadora. Nadie nos decía nada.
María José tumbada en la cama no podía ver nada de lo que pasaba y no dejaba de preguntarme “¿porqué no la oigo llorar? ¿Por qué se la han llevado? ¿Qué le pasa?” Y yo, de pie, viendo lo que estaba pasando pero sin entender tampoco nada no sabía que responderle, sólo le decía “La veo moverse así que estate tranquila, la médico está haciendo su trabajo y seguro que lo hace de maravilla, vamos a estar nosotros tranquilos para que ella pueda hacer su trabajo lo mejor que sepa” (creo que es el momento en el que más orgulloso estoy de cómo me he comportado en toda mi vida).
La médico, una pediatra residente, hacía su trabajo pero no nos decía ABSOLUTAMENTE NADA a pesar de estar a escasos 2 metros de nosotros y de escuchar sus preguntas y mis respuestas.
En ese rato nadie decía nada -e incluso alguna persona salió de la habitación-. Bueno sí, María José no dejaba de preguntarme “¿Pero qué le pasa? ¿Está bien? ¿Por qué no la oigo? ¿Porqué no me dicen nada?” Y yo que no dejaba de responder lo mismo“estate tranquila que sí se mueve y seguramente le cueste respirar al ser prematura y le están ayudando a que lo haga” (mi respuesta, claro está, desde el total desconocimiento de lo que sucedía).
Tras un tiempo intentándola reanimar (o lo que estuviera haciendo) llamó por un teléfono interno a la Pediatra Adjunto para que viniera con un "¿puedes venir a ayudarme?" de lo más "tranquilizador"
Cuando por fin vino la Medico Adjunta se pudo manos a la obra con lo que su compañera estaba haciendo y mientras tanto nos dijo: “Estaros tranquilos, la niña ha nacido con dificultad respiratoria y por eso la estamos poniendo una mascarilla. Además ha nacido muy pálida y le cuesta adaptarse al medio y tenemos que bajarla a cuidados de neonatos para que esté mejor cuidada, ha pasado un momento complicado pero parece que va mejorando”. La metió en una incubadora móvil y se la llevaron.
La siguiente media hora, hasta que pude bajar a verla, creo que ha sido la más larga de toda mi vida.
A las pocas horas Luna ya estaba divinamente fuera de la incubadora, aunque tuvo que quedarse aún unos días en observación.
Yo, horas después, mientras recordaba todo, no dejaba de unir aquel suceso tan importante en mi vida con mi profesión.
Tuvimos un equipo maravilloso desde el punto de vista “técnico” pero lamentable en cuanto a habilidades comunicativas y con una inteligencia emocional que rozaba los mínimos exigidos a un profesional. Es cierto que sus labores técnicas las hicieron a la perfección y así se lo agradezco, pero no es menos cierto también que crearon una situación realmente desagradable por no ser capaces de ponerse en nuestro lugar (en especial el de la madre) y no facilitarnos información.
Y de ahí empecé a divagar (como hago ahora) y me surgieron dos reflexiones:
La primera es la necesidad que tienen muchas carreras de formar a sus alumnos en competencias transversales, fundamentales para su desarrollo profesional y no lo hacen. O en la necesidad que tienen muchos profesionales de formarse en aspectos “no específicos de su labor” para desempeñar mucho mejor su profesión. Porque ¿Cuánto de “empatía” o de “trabajo en equipo”, por poner dos ejemplos, necesita un médico o un enfermero? ¿Cuánto de liderazgo o de gestión del estrés, por poner otros dos, necesita un ingeniero? ¿Cuánto de escucha activa o de asertividad necesita un abogado?... Y ¿cuánto se les forma sobre ello?
Es más, si vamos un paso más atrás, ¿porqué no se educa a los niños y adolescentes en algo que no sólo les va a valer para trabajar mejor sino para vivir mejor como es desarrollar su Inteligencia Emocional?
La otra reflexión que me vino es la importancia de compartir la información con los que tenemos cerca, para 127134834 cosas diferentes, una de ellas, no generar uno de los estados emocionales más dañinos para el ser humano, la incertidumbre.
Pero bueno, a lo importante (al menos para mí), esa mañana del 16 de Julio nunca la recordaré como el momento más bonito de mi vida, pero sin dudarlo sí fue el momento más importante de la misma.
Ah y a día de hoy Luna está preciosa.
P.D. Sé que alguno puede pensar que lo realmente importante, que la niña viviera y estuviera sana, se cumplió. Es así y así lo agradeceré siempre, pero no es menos cierto que, como decía al comenzar, a mí me gustaría haber recordado ese día con un poco menos de tensión. Que digo yo que también es importante.
muchas gracias Félix por compartir con nosotros esa experiencia tuya que puede enriquecernos. Estoy totalmente de acuerdo contigo
ResponderEliminarTienes toda la razón, Félix. Yo es algo de lo que siempre me he quejado. Las carreras están demasiado enfocadas a la teoría y, especialmente de temas puramente técnicos, pero se descuida tanto la práctica que ni las más mínimas habilidades o competencias necesarias para el desempeño de la profesión se enseñan.
ResponderEliminarPor poner un ejemplo, no entiendo cómo en Derecho no hay una asignatura de oratoria, u otra de empatía y escucha activa, como bien has señalado.
Me produce una impotencia terrible ver cómo gente que trabaja de cara al público (y más aún en un caso tan delicado como el de la sanidad como el que has compartido) no tiene las competencias -especialmente emocionales, diría yo- para hacerlo BIEN.
Y mi pregunta es: este modelo formativo ¿cómo se cambia? Porque tengo la sensación de que va para largo...
Por cierto, gracias por hacernos partícipes de ese momento, aunque lo has relatado tan bien que me ha venido una angustia... con final feliz ;-)
Hola Félix,
ResponderEliminaraún no había tenido ocasión de felicitarte por tu segunada hija así que aprovecho el blog para hecerlo.
Y en segundo lugar ENHORABUENA por tu lectura tan interesante de un acontecimiento tan bello que debería haber sido perfecto. Y no lo fue porque carecieron enormemente de sensibilidad hacia una madre deseosa de oir y sentir a su recién nacida, y un padre con un buen par de bemoles que supo mantener la calma, y tranquilizar a su mujer mientras por dentro estabas deshecho.
Las competencias emocionales son muy importantes, son la clave para que todo funcione, día día, en casa, en el trabajo, en la calle...todos los días
He aprendido mucho con tu post.
Muchas gracias
Un saludo
Hola a todos...
ResponderEliminarFélix. No puedo estar más de acuerdo. El paralelismo que estableces entre una vivencia tan intensa como el nacimiento de un hijo y todo lo que le rodea, y las actitudes de los profesionales me parece absolutamente acertado.
Desgraciadamente, mi humilde experiencia me reafirma que en carreras de perfil muy tecnológico, las vertientes relacionadas con la Inteligencia Emocional están directamente ignoradas. Más tarde, a partir de un determinado grado de evolución profesional, te das cuenta (es casi como una revelación) que es precisamente eso lo que te hace distinto profesionalmente y lo que te permite evolucionar mucho más.
Gracias.
Muy interesante, y aunque estoy de acuerdo contigo en el planteamiento general (empatía e inteligencia emocional como valores indispensables para desarrollar cualquier carrera profesional), me surge la duda de si en casos de extrema tensión como el que describes se puede hacer un despliegue enorme de inteligencia emocional sin menoscabo de la eficiencia técnica, como tú la llamas.
ResponderEliminarCaso de ser así, yo siempre preferiría al mejor médico y al menos educado…
Muy interesante la narración F.A., estoy de acuerdo en todo lo que dices especialmente en la posdata... los medicos/enfermeros del hospital hicieron lo que tenian que hacer que era salvar la vida de tu hija, si hubiesen gastado parte de sus recursos/esfuerzos en teneros informados es posible que no lo hubieseis pasado tan mal pero igual las cosas no hubiesen salidos tan bien... vamos que lo de la inteligencia emocional está muy bien pero lo que importa es tener gente resolutiva en los puestos de responsabilidad...
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con J.M. y con J.
ResponderEliminarIntentando ponerme en esa situación y dejando al margen los dos ataques al corazón que me hubiesen dado en ese momento, me enorgullece tu reacción en esos momentos. Un amigo mío me dijo una vez que los que triunfan son aquellos capaces de pensar con claridad en una situación de crisis y que si quieres saber "de qué está hecha una persona", analízala después de que le hayan perdido sus maletas en el aeropuerto..., pero eso es otra movida.
De todas las maneras, para mi, al final lo que cuenta, tal y como diría Bilardo es "La belleza del resultado".
Muchas gracias por los comentarios a todos. Voy a “recomentar” a algunos (a rebatir más bien a algunos):
ResponderEliminarJ. la inteligencia emocional, más en concreto la intrapersonal y más en concreto aún la capacidad de controlar las propias emociones facilita ser resolutivo en momentos de máximo estrés. Creo yo que sí es importante entonces tener gente inteligente emocionalmente en puestos de responsabilidad.
J.M., una de las médicos (la adjunto) atendió a la niña y nos facilitó información, la otra, la residente, ni una cosa ni la otra (el resto del equipo ni sabía qué hacer y por eso alguna salió). ¿Dónde radica la diferencia? ¿En la experiencia de una y otra? Por eso yo apelo a formar a los profesionales en estos temas antes de que tengan que enfrentarse a ellos (con la práctica en situaciones reales lo mejorarán, pero que al menos sepan "qué estaría mejor hacer". Además no creo que sea incompatible ser un gran médico con ser “educado” (que en este caso no es problema de educación), como para temas de liderazgo no es necesario ser un cabrón para ser un gran “jefe”.
Y Vicente, me ha encantado lo de "...a partir de un determinado grado de evolución profesional, te das cuenta (es casi como una revelación) que es precisamente eso lo que te hace distinto profesionalmente y lo que te permite evolucionar mucho más." Es un gra apoyo (previo) a lo que yo acabo de comentar.
Me ha encantado como expusiste el tema. Tienes una luchadora, con tan sólo segundos de vida mira de donde ha sabido salir. Con el tiempo que te conozco y con el potencial de tu hija seguro que será una gran persona y una gran profesional en el terreno que sea. Estamos en un marco en el que se pueden educar las competencias, habilidades...bien. Pero hay gente que es gilipollas de serie aunque saquen carrera, dirijan empresas o países.
ResponderEliminarGracias por compartir esa experiencia tan personal. De tú a tú: Yo tampoco veo lo bonito y precioso de ese momentazo pero el hito de recibir a un nuevo miembro en el equipo es una gozada.
Es muy interesante lo que has escrito, describes muy bien los sentimientos que experimentaste en esa situación crítica y creo que tu reacción fue muy adecuada.
ResponderEliminarSin embargo creo que el médico también actuó correctamente: en una urgencia vital, cuando la diferencia entre la vida y la muerte puede deberse a pequeños detalles unos padres informados (y tal vez no tan preparados para
soportar la presión como vosotros) pueden suponer más un estorbo que una solución. Yo probablemente en una situación análoga hubiera actuado igual que el médico que os atendió (y muy bien por cierto a tenor del estado actual de Luna).
Hola Felix, estupendíisima narración y menuda vivencia. Comparto tú opnión, entiendo la empatía como un sentimiento de participación afectiva, que nos hace humanos, si bien, también creo que en casos tan absolumemte límites, o no tan límites, prefiero sin dudar al mejor médico aunque sea la persona más seca que haya conocido, tiene que ser resolutivo y en cuestón de minutos, segundos,... saber tomar al decisión adecuada.
ResponderEliminarA mi modo de enterder, prima antes la profesionalidad y que el resultado sea bueno, como fúe el caso de Luna. Quizás si que es verdad que a veces se roza el límite de la información, que es lo míinimo exigible, pero no es lo mismo informar que empatizar con un paciente, cliente,...
No creo que sea algo que se debe impartir junto con tus estudíos, estudias para aprender una profesión y desde que comienzas una carrera hasta que sales a la profesión, te topas con un mónton de condicionantes, trabajos en equipo, situaciones de estrés, exposiciones públicas etc..., pero es tu propia evolución lo que te hace distinto profesionalmente. Un médico debe saber de médicina e informar a sus pacientes, nada más, si encima empatiza contigo, pues miel sobre ojuelas.
Admirable tu aptitud, pocas personas tienen la entereza que tuviste en esos momentos.
¡Gracias Felix por compartirlo!.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo. ¿Por qué tenemos que elegir entre un buen técnico y una persona con habilidades?. Seamos ambiciosos y vayamos a por todas ¡Queremos a los mejores técnicos con las mejores habilidades personales!. No quiero elegir una cosa o la otra porque no creo que sean incompatibles.
De todas formas el camino del cambio ya se ha iniciado, para muestra TU caso. Tu hija va a tener al lado a alguien que la va a educar, desde el ejemplo, en valores como los que se reflejan de lo que escribes (empatía, sensibilidad...). Es decir ya estás contribuyendo al GRAN CAMBIO. ¡Tengo mucha esperanza en el futuro por personas como tú!.
Fuencisla
Mucha enhorabuena, Félix. Muy de acuerdo con lo expuesto. En esta formación-educación que recibimos en España podemos ser muy buenos en nuestro trabajo, pero es cierto que las formas nos pierden... Es tan importante el contenido como el continente y estoy plenamente de acuerdo en que unas palabras pueden ayudar en muchos casos.
ResponderEliminarEnhorabuena por el blog!
Un abrazo fuerte desde Empresa Familiar!
Luis
Hola Félix, me gustan tus reflexiones, partiendo que no tengo opinión de todo y menos domino las términos de vuestra profesión, soy como se solía decir de “Ciencias y de carrera Técnica”, me apetece hacer un par de reflexiones por un lado el hecho de que para ejecutar cualquier trabajo, es bastante pobre realizar a la perfección sólo parte técnica, olvidando algo tan imprescindible y necesario como es la buena educación y la empatía, lo humano. Probablemente prefiero un resolutivo en un momento grave como el tuyo, que un empático, pero creo que las dos cosas deberían ser muy fáciles de convivir en un profesional, si se han “mamado “desde la niñez.
ResponderEliminarSupongo que se puede trabajar las competencias y las habilidades en las carreras profesionales y a cierta edad y que deberían ser obligadas sobre todo en algunas profesiones (por no decir en todos), pero quiero dejar en el aire, que entiendo que muchas de estas, deben de iniciarse en la infancia (ahora que tienes tu una niña, así la educaras), no solo en el ámbito de la familia ¿Por qué no en muchas o en nuevas actividades escolares?
Por otro lado también se me ocurre dejar en el aire a vosotros expertos ¿Por qué algunas profesiones o la vida actual utilizan el silencio, la mala educación, la presión, el gusto por generar tensión e incertidumbre? Yo percibo a veces , que cada vez existen más profesionales que les gusta ir de estresado por la vida como si lo que él hace es más importante que lo del resto, el hacernos sentir que estamos en sus manos, que sólo él es sabe de ello, apoyándolo todo en un absoluto vacio de comunicación de ningún tipo, ni siquiera gestual ,ni una mirada, ni una mueca, ni sonrisa,… me cuesta entenderlo , a veces pienso, aunque no deja de ser triste, que los profesionales que actúan así lo necesitan para darse importancia en su profesión o con respecto al resto de humanos o simplemente han recibido una mala educación.
¿Qué sentido tiene no hacer pequeños gestos que deberían ser innatos para eliminar tensiones inútiles, y dejar sólo las necesarias para enfrentarnos con inteligencia y mayor relajación? Creo que es un error bastante instalado en nuestra sociedad, que además de poco inteligente y bastante inútil, nos contagia a todos de mal humor y retrasa las soluciones positivas.
Sofía Sevillano
Félix:
ResponderEliminarNo te perdono que no nos hayas avanzado el feliz desenlace al comienzo del relato de tu vivencia. !Qué angustia!
Al contrario que los profesionales médicos, tú sí que has conseguido comunicar un estado emocional, manteniendo la atención del lector como no lo consiguen muchos tétricos novelistas.
Por mi experiencia (no muy larga) en el campo de la formación, puedo decir que he visto de todo en las personas que imparten formación y, desde el punto de vista de los resultados en el "escuchante", resulta mucho más operativo y efectivo quien tiene mayores dotes de comunicación que de conocimientos técnicos. Está claro que lo ideal sería contar con ambas cosas, pero esto casi es inexistente (debe ser incompatible con la naturaleza humana).
El pasado miércoles organicé una jornada formativa para Castilla y León con el fin de divulgar el funcionamiento del nuevo sistema modular creciente de contratación de seguros agrarios, (ahí es nada); a nivel técnico, traje a los mejores ponentes -los padres de la criatura- muy buenos ellos explicándolo todo. Pero el único que se llevó un aplauso espontáneo y que fue objeto de comentarios en la posterior comida, fue el ponente que, sin dejar de informar de lo técnicamente imprescindible, buscó el lado humano del tema que allí se trataba y además lo envolvió con la cara amable que a todo en esta vida se le puede buscar.
Por lo tanto soy uno más en concluir que sin capacidad de comunicación no hay formación.
Por otro lado pienso que el modelo formativo podría cambiar si empezamos a dar prioridad en la formación a aquellas personas que sirven para ello, y además formando a formadores.
Enhorabuena, Félix, y gracias por haber identificado, una vez más, humanidad con trabajo.
Saludos.
Hola Félix, muchísimas gracias por compartir tu experiencia en este Foro. (cuestiones a parte, deberías plantearte escribir relatos, porque narras de una forma que enganchas desde el principio; seguro que Luna no se aburrirá cuando le cuentes cuentos para dormir :-)).
ResponderEliminarRespecto a la inteligencia emocional versus tecnicismo profesional...mi opinión personal es que ambas son absolutamente necesarias en determinados puestos, o al menos deben estar presentes en los equipos de trabajo. En el caso concreto que nos cuentas, quizás no tenga por qué ser una única persona la encargada de ser la más técnica y la más asertiva; pero al menos debería haber habido una persona centrada en esa actividad.
POr tanto, a parte formar y desarrollar en habilidades; quizás otra medida útil podría ser incorporar en nuestros equipos de trabajo a personas especializadas en "inteligencia emocional", que su puesto y su carga fuerte de actividad sea esa precisamente... suena bonito en teoría, pero no sé cuantas empresas estarían dispuestas a ello.
Saludos,
Celia Martín
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ResponderEliminarFélix, agradezco muchísimo que hayas compartido esto con nosotros.
ResponderEliminarCreo que vuestro sentimiento es una reacción normal porque casi todos los padres así lo manifiestan.
Estoy de acuerdo con J "vamos que lo de la inteligencia emocional está muy bien pero lo que importa es tener gente resolutiva en los puestos de responsabilidad..." y añadiría que los segundos que deberían haber empleado en explicaros la situación podrían haber producido un estado irreversible para el bebé.
No obstante, tu actuación es un gran ejemplo a seguir porque en estos momentos pocas personas mostrarían tanto autocontrol, tu actitud tuvo que ser de gran ayuda para tu mujer.
Creo que el carácter de la persona es determinante para mostrar interés y recibir formación en inteligencia emocional.
Gracias Félix y a todos por vuestros comentarios
Félix, aunque tarde, leo ahora tu entrada.
ResponderEliminarAnte todo, enhorabuena por Luna, a tí y a María José.
Siento ir en contra de buena parte de los participantes, pero sin renunciar al todo, cabe preguntarse: hubiérais preferido más comunicación y menos efectividad médica?
Incluso teniendo habilidades sociales, comunicativas, etc. en momentos así, lo importante, lo urgente, lo fundamental, LO ÚNICO es la vida de tu hija.
Por desgracia conozco casos muy de cerca en los que se invirtieron las prioridades, y la tensión, la incertidumbre y la lucha, no duraron 20 minutos sino el resto de su vida.
Un saludo
A ver Carlos, te digo cómo lo veo yo.
ResponderEliminarCon la profesional que atendió a mi hija, en ese momento, tengo cristalino que hizo lo que debía hacer y agradecido de ello (por supuestísimo que lo más IMPORTANTE -no lo único importante- era lo que hizo).
Pero yo quiero ir pasos atrás, quiero que una profesional como ella, muy buena técnicamente, haya adquirido una serie de habilidades que, de manera automática, sepa poner al servicio de las personas a las que ayuda en ese momento. Y eso es un trabajo que ha de comenzar no sólo en la formación Universitaria, sino casi diría en la escolar. Teniendo a personas formadas en habilidades emocionales desde niños tendremos mejores profesionales en todos los campos. Pero sólo es mi opinión.
Y además otro matiz, allí había un equipo, no una sóla persona, y ningún miembro del equipo (que en un momento determinado no tenía ninguna tarea que hacer) hizo nada de lo que yo creo que fuera deseable.
Y explico lo del paréntesis de arriba, de que no era lo único importante. Si, por lo que fuera, yo fuera una persona muy nerviosa, incluso con tendencia a la agresividad en situaciones muy estresantes, es posible que en esa situación mi reacción hubiera impedido la correcta actuación de la doctora. Con lo cual, creo, que aunque menos que atender de manera óptima a la niña, también es importante manejar el momento emocional de los que rodean la situación para evitar que se pierda el control de la misma.
Aún así muchas gracias (a ti y a todos los que habéis comentado algo) por tu visión diferente, es muy enriquecedor ver perspectivas diferentes de la que uno tiene.
Hola Félix,
ResponderEliminartras leer el relato estupendamente contado y las aportaciones me sugiere varias cosas:
Por desagracia, estas situaciones se dan con relativa frecuencia en el ámbito sanitario: no nos enseñan en la facultad a comunicar, empatía, gestión del estrés...trabajo en equipo..Y hay gente que lo evita al no saber "manejar la situación"..
tantas y tantas habilidades tan importantes en la profesiones sanitarias, aunque como bien dicen en alguna entrada anterior, en todos los ámbitos .
Deberia formarse desde niños ,y desde luego deberia ser obligatorio en profesiones donde trabajas para / con gente: medicina, enfermeria, fisioterapia, magisterio..etc
Yo considero que la habilidad te´cnica para la resolución de cualquier situación es EL MINIMO que debe tener el profesional. A veces , a pesar de conocerlo y hacerlo bien, se tuercen las cosas, pero debes saber hacerlo.Desde luego que lo ideal seria que se aunara ambas competencias, pero no es lo que se les exige , por el momento, en el actual sistema laboral público.
Hoy por hoy, los profesionales que además tienen habilidades de comunicación son muy estimados por los pacientes y por los compañeros. Hay gente que tiene esa capacidad de forma innata, otros por la experiencia, otros por formación...
En la situación que cuentas también puede fomentarse el trabajo en equipo: si los pediatras estaban concentrados en hacer uqe respirara Luna, y no podian contaros nada para dirigir a la enfermera, la matrona que seguiría con vosotros, deberia haber dicho algo... para tranquillizaros.
Durante la residencia (MIR) si se forma a los médicos en entrevista clínica, como dar malas noticias... aunque deberia ser desde la facultad, pero no veo que se le dé la importancia que tiene.
Gracias por compartir esta dificl situación..