Lo prometido es deuda:
Sólo oscuridad y silencio la reciben cuando abre la puerta de su casa. Ha sido un martes agotador, como lo fue el lunes y como lo será el miércoles. En cuatro días será Navidad, aunque ella tiene la impresión de que la semana pasada fue la anterior Navidad. Su vida va demasiado deprisa, tan deprisa que en un año no ha parado a esperarse, tan deprisa que a veces se pregunta quién es realmente. Al menos sabe que se llama Elisa.
En el sofá de su pequeño piso de soltero, Víctor repasa en su portátil la presentación que en 7 días ha de hacer en la empresa, intentando ajustar un número más que no entra. La crisis puede con todo y algunas personas dejarán de ser sus compañeros en breve. Algunas personas, en quince días sentirán caer sobre sus economías la guillotina que Víctor, cual verdugo, ha da hacer caer sobre ellos. Lleva días sin dormir, preocupado por el futuro de otros. Ignorante del suyo propio.
Elisa sabe qué necesita, pero no sabe quién se lo puede ofrecer. Son vísperas de fechas melancólicas y se imagina a sí misma como la chica del vídeo de "Another chance" ofreciendo su corazón a quien lo quiera coger. Pero lo peor de todo es que no es capaz de visualizar a nadie aceptándolo.
Víctor hace tiempo que ya no vive con la que era su pareja. Ella, la causa de mudarse a la capital a desarrollar su carrera profesional, prefirió la cama de otro para dormir. Desde entonces ni se plantea despertarse acompañado. Le basta con acostarse de vez en cuando con alguien que acepte que prefiere dormir solo. Pero los números que no cuadran revolotean de continuo sobre su cabeza y ni solo ya le dejan dormir.
Sus continuas ocupaciones laborales le han hecho descuidar su regreso a casa y siendo 22 de Diciembre Elisa no encuentra ya billetes de AVE para pasar Nochebuena y Navidad con su familia, así que regresará en autobús a la ciudad que la vio nacer y no la dejó crecer. Por carretera será hora y media más que yendo a toda pastilla sobre railes a su Valladolid natal. Lo piensa y se le cae el mundo encima. Hora y media más dándole vueltas a su soledad y su tristeza. Una minucia de contratiempo puede ya con su debilitada fortaleza.
A Víctor su coche le ha dicho basta y se ha tomado vacaciones navideñas. Nunca es buen momento para dejar nuestro vehículo en el taller, pero parece que la semana en que todo el mundo planea ir de una ciudad a otra a reunirse con sus cercanos es aún peor. Alsa le saca de su momentáneo apuro. Aunque si hay algo que siempre ha detestado es un autocar repleto de gente con espíritu navideño.
Elisa tiene el asiento 21, ventanilla. Víctor el 22, pasillo. Él llega antes. Ella le obliga a levantarse para dejarle pasar. Mientras él permanece de pie para que ella ocupe su asiento sus miradas se cruzan. Por un momento parece que la estrella navideña ha abandonado la copa del árbol y se ha instalado en sus amables sonrisas.
Si esto fuera un cuento de Navidad él le preguntaría a ella por su nombre y a partir de ahí sus destinos se entrelazarían para siempre. Pero no, es la cruda realidad la que manda y mientras Elisa se zambulle en su aflicción al ritmo que marca su mp3, Víctor abre una vez más su ordenador para intentar que alguien más tenga, el mes que viene, un sueldo que ofrecer a su familia.
FELIZ NAVIDAD A TODOS.
Sólo oscuridad y silencio la reciben cuando abre la puerta de su casa. Ha sido un martes agotador, como lo fue el lunes y como lo será el miércoles. En cuatro días será Navidad, aunque ella tiene la impresión de que la semana pasada fue la anterior Navidad. Su vida va demasiado deprisa, tan deprisa que en un año no ha parado a esperarse, tan deprisa que a veces se pregunta quién es realmente. Al menos sabe que se llama Elisa.
En el sofá de su pequeño piso de soltero, Víctor repasa en su portátil la presentación que en 7 días ha de hacer en la empresa, intentando ajustar un número más que no entra. La crisis puede con todo y algunas personas dejarán de ser sus compañeros en breve. Algunas personas, en quince días sentirán caer sobre sus economías la guillotina que Víctor, cual verdugo, ha da hacer caer sobre ellos. Lleva días sin dormir, preocupado por el futuro de otros. Ignorante del suyo propio.
Elisa sabe qué necesita, pero no sabe quién se lo puede ofrecer. Son vísperas de fechas melancólicas y se imagina a sí misma como la chica del vídeo de "Another chance" ofreciendo su corazón a quien lo quiera coger. Pero lo peor de todo es que no es capaz de visualizar a nadie aceptándolo.
Víctor hace tiempo que ya no vive con la que era su pareja. Ella, la causa de mudarse a la capital a desarrollar su carrera profesional, prefirió la cama de otro para dormir. Desde entonces ni se plantea despertarse acompañado. Le basta con acostarse de vez en cuando con alguien que acepte que prefiere dormir solo. Pero los números que no cuadran revolotean de continuo sobre su cabeza y ni solo ya le dejan dormir.
Sus continuas ocupaciones laborales le han hecho descuidar su regreso a casa y siendo 22 de Diciembre Elisa no encuentra ya billetes de AVE para pasar Nochebuena y Navidad con su familia, así que regresará en autobús a la ciudad que la vio nacer y no la dejó crecer. Por carretera será hora y media más que yendo a toda pastilla sobre railes a su Valladolid natal. Lo piensa y se le cae el mundo encima. Hora y media más dándole vueltas a su soledad y su tristeza. Una minucia de contratiempo puede ya con su debilitada fortaleza.
A Víctor su coche le ha dicho basta y se ha tomado vacaciones navideñas. Nunca es buen momento para dejar nuestro vehículo en el taller, pero parece que la semana en que todo el mundo planea ir de una ciudad a otra a reunirse con sus cercanos es aún peor. Alsa le saca de su momentáneo apuro. Aunque si hay algo que siempre ha detestado es un autocar repleto de gente con espíritu navideño.
Elisa tiene el asiento 21, ventanilla. Víctor el 22, pasillo. Él llega antes. Ella le obliga a levantarse para dejarle pasar. Mientras él permanece de pie para que ella ocupe su asiento sus miradas se cruzan. Por un momento parece que la estrella navideña ha abandonado la copa del árbol y se ha instalado en sus amables sonrisas.
Si esto fuera un cuento de Navidad él le preguntaría a ella por su nombre y a partir de ahí sus destinos se entrelazarían para siempre. Pero no, es la cruda realidad la que manda y mientras Elisa se zambulle en su aflicción al ritmo que marca su mp3, Víctor abre una vez más su ordenador para intentar que alguien más tenga, el mes que viene, un sueldo que ofrecer a su familia.
FELIZ NAVIDAD A TODOS.
El vídeo tiene mucha miga. No lo conocía, pero sus múltiples lecturas son dignas de cualquier buena metáfora sufí.
ResponderEliminarMe ha llamado la atención la cantidad de mensajes ocultos a lo largo del metraje.
Sobre el relato... hermosamente agridulce.