Cuando trabajamos en recursos humanos, debemos ser profesionales y realizar un proceso de selección acorde a la cultura y valores de la compañía a la que pertenecemos.
Debemos atraer talento de forma equitativa, honesta, empática, incluso en ocasiones discreta. Cumpliendo una ley de igualdad, velando por un buen clima laboral... Eliminando sesgos, prejuicios, etiquetas y un sinfín de pensamientos que como humanos con sentimientos y emociones, tenemos.
Y todo esto, como profesionales que somos, lo sabemos y lo aplicamos en nuestras tareas.
Cuando buscamos candidatos para unirse al equipo y pedimos ayuda a entidades sociales que trabajan con colectivos en riesgo de exclusión social, nos podremos encontrar una gran variedad de historias detrás de esos candidatos. Maltrato, violación, abandono, robo, intento de suicidio…
Historias que podemos conocer, o no. Historias que nos pueden afectar más o menos, en función de la sensibilidad que tengamos. Creencia, o no, en la reinserción social… Pero, en definitiva, historias que pertenecen a otros.
Un día, abrimos un proceso de selección ¡otro de tantos! nos llegan candidatos, y tenemos que entrevistar a quien nos hizo bullyng en el colegio y marcó nuestra infancia. O entrevistamos a quién nos forzó sexualmente en nuestras primeras veces de la adolescencia. O a esa persona que pensábamos que era amigo, salimos de fiesta y nos echó algo en la bebida. O a ese manager que nos gritaba diariamente y hoy está en un programa de +55 años porque la empresa donde trabajamos juntos cerró…
En ese momento la historia no es de otros. Es nuestra. Ver a esa persona nos despierta emociones negativas. Si recordamos esa historia, nos emocionamos, lloramos... Incluso puede que, por esa historia, hoy paguemos un psicólogo.
En ese momento, la profesionalidad ¿se mantiene intacta como al principio?, quizá descartamos, cerramos una oportunidad laboral a una persona que lo necesita, y aquí no ha pasado nada. Si derivamos la candidatura a un compañero para ser imparciales (y por ello profesionales) corremos el riesgo de que sea apto/a y se convierta en nuestro futuro compañero, compartiendo 8h con esa persona que tanto daño nos hizo...
Cuando la historia es nuestra, elegir talento para la empresa ¿es un privilegio o un marrón?
¿Y tú qué opinas?
Patricia Pascual
Alumna del Máster en Dirección y Gestión de RRHH 2024-2025
Escuela de Negocios de la Cámara de Valladolid
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