El origen de la palabra salario procede de la Antigua Roma, del latín (salarium), y, es que se remuneraba a las personas con sal. La sal suponía el “oro” de esa época y permitía adquirir alimentos en los mercados, hacer grandes intercambios, conservar alimentos y hasta curar heridas.
Y si… ¿copiamos nuestro pasado y comenzamos a ofrecer un salario que además de ofrecernos un valor económico (comprar alimentos) vaya más allá ofreciéndonos beneficios no económicos (curar heridas), mejorando exponencialmente nuestra calidad de vida y felicidad?
Y si… además de establecer un sistema retributivo justo y equitativo, ofrecemos flexibilidad horaria, buen ambiente laboral, servicios de guardería, de gimnasio… ¿Es posible? ¡Pues claro que sí!
El salario emocional formalmente puede definirse como el conjunto de percepciones de carácter no económico que recibe un empleado, satisfaciendo necesidades del ámbito personal, así como profesional. Pero para mí, supone ir todos los días con una sonrisa al trabajo.
Apostar por el salario emocional supone invertir en employer branding de cara a la propuesta de valor que se ofrece a las personas de nuestra compañía y obtener múltiples beneficios:
• Mayor productividad y motivación repercutiendo directamente sobre los beneficios de la organización.
• Atracción y retención del talento, disminuyendo la tasa de rotación. No solo conseguiremos atraer a los mejores del mercado laboral, sino que con exitosas políticas retributivas conseguiremos que prefieran trabajar en nuestra empresa antes que en la competencia.
• Reducción de la tasa de absentismo.
• Mejora de la imagen y reputación empresarial.
• Orgullo y sentimiento de pertenencia.
Puede existir cierta controversia o desacuerdo con respecto a preferir un salario económico o no económico. Numerosos estudios en el ámbito de los RR. HH afirman que aquellas personas más senior en las empresas se inclinan por compensaciones económicas. Sin embargo, los jóvenes estamos “irrumpiendo” en las empresas, pidiendo siempre más y más. Y es que ya no nos vale con recibir cada mes una nómina. Es importante, si, pero hasta cierto punto.
Existen infinidad de ejemplos de salario emocional y que, yo, como experta en gestión de personas no dudaría en aplicar:
• Flexibilidad horaria/ teletrabajo. La conciliación laboral y personal supone un reto a día de hoy en las empresas y poder trabajar desde casa, así como dar más importancia a resultados que al tiempo que pases en oficina, supondrá mayor motivación y productividad.
• Beneficios sociales tales como: cheques restaurante, cheque guardería, planes de pensiones, seguros médicos, cuotas de gimnasio, renting de vehículos, tarjeta de transporte, cursos de idiomas…
• Posibilidades de desarrollo y crecimiento dentro de la empresa.
• Plan formativo, asegurando en todo momento una formación continua y adaptada a las necesidades de cada perfil y de la empresa.
• Espacio de actividades y de ocio.
• Mascotas en el lugar de trabajo.
• Días libres/tardes libres.
• Mejorar la duración de determinados permisos con respecto a lo previsto en la normativa.
• Buen clima laboral.
Yo no dudaría bajo ningún concepto en dar cabida al salario emocional a la hora de diseñar la política retributiva. No obstante, hay que tener los pies en la tierra, y debe ser compatible con nuestro modelo de negocio y sobre todo hay que escuchar las necesidades de nuestros colaboradores y darles realmente el salario emocional que necesitan.
Está comprobado al 100% que el dinero no lo es todo y que nuestro comportamiento y conductas no dependen solamente de estímulos económicos.
Y aquí viene la pregunta del millón… ¿Cobrar 1.800 euros y no tener la posibilidad de teletrabajar o cobrar 1.500 € y poder disfrutar de flexibilidad horaria, teletrabajo, de múltiples beneficios sociales…?
¡¡Yo lo tengo clarísimo!!
Y tú, ¿Qué opinas?
Beatriz Álvarez Guerra
Alumna del Máster en Dirección y Gestión de RRHH 2021-2022
Escuela de Negocios de la Cámara de Valladolid
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