jueves, 12 de enero de 2017

Hagamos un trato, por María Alonso

Tal  y como reza el  poema de Benedetti: “compañero usted sabe que puede contar conmigo no hasta dos o hasta diez,  sino contar conmigo…”. Pues bien, hagamos un trato, el uno con el otro en nuestra relación profesional, no como jefe y empleado sino como dos profesionales que se ponen el uno a disposición del otro.

Hagamos que todas las peticiones tengan su contraprestación adecuada, hablemos de solicitudes pero sin olvidarnos del cedente de las mismas. Porque en cualquier tipo de relación siempre hay dos partes igual de implicadas en la consecución de los objetivos,  así que  “compañero”,  hagamos un trato.
 

Se proponen horarios flexibles, poder trabajar desde casa (el fantástico 3.0), la salida más temprano los viernes (el fin de semana cuanto más largo mejor). Pero prometámonos que el trabajo no llegará de manera regular con retrasos por culpa de irresponsabilidades continuas, que desde casa el rendimiento será el adecuado y no habrá holgazanes, ni distracciones que impidan desarrollar  el  trabajo de manera eficaz, que se llegará  a los objetivos y que si el trabajo se puede avanzar se hará. Que no se perderá  el tiempo intencionadamente y que la atención a la productividad seguirá siendo un objetivo común.

Prometámonos respeto en los horarios ,incluso en algunos casos se podrá hablar de jornada continua pero, ¿podemos prometer que el rendimiento del trabajador  no se verá mermado a las 4 horas, y que a las 6 horas, donde está demostrado que los niveles del mismo  empiezan a caer, trabajará igual que si estuviera  en la oficina?

Prometámonos trabajar  sin  autoritarismos, con la confianza depositada en el empleado y con la  soñada independencia del mismo, y que a cambio, éste sabrá cuando el trabajo del equipo debe de primar sobre los logros individuales, porque el fin de todo proyecto no es a corto sino a largo plazo.

Facilitemos planes de carrera, programas de coaching y reconocimiento de los logros, pero asegurémonos que sea un empleado leal y que no se acabe convirtiendo en un “empleado tóxico”, en aquel que le cuesta asumir errores y que para ello la excusa es su principal herramienta consiguiendo que la moral del equipo se desvanezca, en aquel que siempre se muestra insatisfecho, con las quejas por bandera, donde la falta de entusiasmo y la desvinculación con el proyecto está latente.

Trabajemos por evitar ese  desafecto por el equipo y por el negocio. A la contra se tratarán las injusticias, pero hagámoslo  con la equidad, porque a veces la  propia justicia es la más injusta de todas.

Démonos todas esas promesas generadoras de una confianza mutua, donde se demuestre mayor compromiso hacía la organización y donde este compromiso sea un reflejo de un progresivo empowerment.

Entonces, ¿hacemos un trato?

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