Steve Jobs dijo: “Cada día me
miro en el espejo y me pregunto: Si hoy fuese el último día de mi vida,
¿querría hacer lo que voy a hacer hoy? Si la respuesta es “no” durante
demasiados días seguidos, sé que necesito cambiar algo.”
Cuando levantarte cada mañana
para ir a trabajar se convierte en una fuente de frustración e insatisfacción
personal, tal vez sea hora de dar el siguiente paso y dejarlo.
Tendrás que asegurarte de que
tomas la decisión libre de cualquier emoción negativa. No es extraño querer
escapar como consecuencia puntual del estrés. Pero cuando esa idea que ronda tu
cabeza, se vuelve recurrente en tus pensamientos, es que algo ha comenzado a
tambalearse y deberías tomarlo en serio y profundizar en ello.
Pueden ser muchas las causas de
tu descontento: que tus objetivos profesionales ya no coincidan con los de la
organización, desavenencias con el jefe o con los compañeros que no te hacen
sentir cómodo, que no veas oportunidades de promoción, o simplemente que tus
prioridades hayan cambiado...
Ocho horas diarias, de lunes a
viernes, ¿durante cuántos años más? Si la única razón que encuentras para
conservar tu trabajo es puramente económica, tú solo te estás poniendo techo.
Las personas tendemos a habituarnos, por algo somos animales de costumbres. A
habituarnos y a resignarnos. Porque confiamos a pies juntillas en aquello de
mejor malo conocido que bueno por conocer. Somos testarudos y nos resistimos a
cambiar. Te diré una cosa, tener miedo es normal, tomar las riendas de tu propia
vida, tu responsabilidad.
Existe una zona psicológica en la
que nos encontramos seguros, cómodos, que conocemos a la perfección y donde
nada se escapa a nuestro control. La llamada zona de confort. En este caso, no
veo acertado ese nombre. Permanecer en un puesto de trabajo que no te
satisface, no debería responder a esa
definición. Es inseguridad, es miedo a lo desconocido, una excusa para no
arriesgarse a vivir la vida que deseas, para no hacer nada. Las apariencias
engañan y esa zona que durante tantos años te había parecido ideal para
quedarte a vivir deja de serlo. Porque desde luego, eso no es confort.
Que existe una relación entre salud mental y trabajo está
claro. Satisfacción laboral y felicidad percibida correlacionan. De hecho,
existe un estudio acerca de la influencia que tiene la situación laboral sobre
la salud mental y para ello se sirve de una comparación con las vitaminas en el
organismo. Para el bienestar psicológico, el entorno debe proporcionarnos
“vitaminas”. Un déficit de cualquiera de ellas conlleva consecuencias negativas
para nuestra salud mental. Según su autor, el trabajo actúa como fuente
vitamínica, capaz de proporcionarnos todas ellas. Ni que decir tiene, que un
nivel de ingresos adecuado no es la única fuente vitamínica.
Por supuesto que no será
fácil, pero todo cambio entraña aspectos positivos y si las sabes buscar,
oportunidades de superación. Por eso recuerda, “todo lo bueno en la vida nace
de un salto al vacío”.