Me encuentro con un viejo compañero de trabajo, un gran profesional dedicado al mantenimiento de esas complicadas máquinas controladas por computadores. Me extraña su aspecto enfermizo y serio, pues hasta ahora, siempre le he encontrado lleno de vitalidad y energía. Su conversación preferida es contarme las excelencias de las nuevas máquinas y las maravillosas operaciones que realizan. Tanto, que casi siempre he tenido que simular tener prisa, para no soportar la exaltación de su trabajo: encantado con su oficio y el conocimiento que de él tiene, se viene arriba y describe excitado y con demasiado detalle, las mil maravillas que se le ofrecen en la reparación y ajuste de las instalaciones en las que trabaja. Hoy no, hoy le encuentro decaído y preocupado.
- El ambiente de trabajo es irrespirable, me confiesa abrumado.
- Con dos niños pequeños en casa, no puedo aceptar sin más justificación, cambiar de turno cada dos días: dos de mañana, dos de tarde, dos de noche y luego unos días de descanso, según lo permita el planning. Ni fines de semana, ni festivos tienen validez en el “anti-estrés”. No voy a ver a mis hijos más que de tarde en tarde. ¿Qué educación puedo darles?
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Recuerdo que no ha pasado tanto tiempo, desde que estábamos convencidos de la importancia que tenía la implicación del personal en la empresa, de la motivación que se genera cuando se comparten objetivos, de la ventaja competitiva que supone para una empresa, el desarrollo de sus empleados en todos los niveles,… ¿Qué está sucediendo? ¿Es posible que en estos años de crisis haya cambiado tanto la mentalidad de los mandos?
Dando vueltas a estas ideas, me viene a la memoria un libro que salió en el año 2004 de la editorial Aguilar. Su autor es Iñaki Piñuel y su título, “Neomanagement. Jefes tóxicos y sus víctimas”. En sus 220 páginas justifica cómo el sistema social, se encarga de generar la atmósfera en la que se desarrolla el nuevo estilo de mando, el “neomanagement”.
Después de explicar en qué consiste, describe sus consecuencias: la creación de esclavos del trabajo, alienados y quemados (“burnout”), así como sus consecuentes enfermedades mentales, físicas y los problemas sociales que arrastra todo ello.
Tratando de buscar explicación del agotamiento que percibo en mi viejo compañero, releo algunos capítulos del libro. Libro que os recomiendo para entender estos síntomas, o evitarlos por el efecto de la catarsis que produce su lectura, si tuvierais el riesgo de caer en una organización tóxica, generadora de “jefes tóxicos y de víctimas”.
Iñaki Piñuel nos pone de fondo la economía y nuestra forma de entenderla, como el caldo de cultivo en el que se genera el sistema social que da origen a las organizaciones tóxicas. Concebimos nuestro sistema económico como algo perverso pero irremediable, algo que que no puede ser de otro modo. Así construimos un “demonio al que echar la culpa de todos nuestros males”. Llegamos admitir que siendo así y no pudiendo ser de otro modo su funcionamiento, somos nosotros los culpables, por no ser “… suficientemente adaptables, ajustables, flexibles… para sobrevivir profesionalmente en una sociedad que funciona óptimamente…”. Afirma que la Economía, ha pasado de presentar modelos que describen y aclaran una serie de fenómenos sociales, a ser una ciencia prescriptiva, y “en este sentido, una disciplina ética y moral que orienta lo que debe ser. … Así como la Economía es la nueva religión, el management o la dirección de empresas, es un conjunto de prescripciones éticas y morales que hay que seguir –carácter normativo- y que derivan supuestamente de forma natural y evidente por sí misma de los propios hechos económicos observables”.
Una vez presentado el fundamento del libro, asegura que su propósito “es desvelar el discurso propio del neomanagement, realizando una labor de deconstrucción que sirva, en última instancia, a un proceso de concienciación para quienes son sus víctimas…”
El libro está escrito antes de que la crisis hubiera hecho mella en los valores que orientan el funcionamiento de las Organizaciones. Esto es, Iñaki Piñuel ya advertía los problemas que se han aguzado en estos años angostos, en donde la Economía se ha transformado en el tema principal de los noticieros, y ha aumentando su poder moralizante.
Tomar conciencia de los problemas que padecemos, tal vez nos sirva para paliar lo más grave, y por ello lo que más importa: la educación que aportamos a los que vienen tras de nosotros. Puede que algún día salgamos de la crisis y cambien las condiciones del trabajo actual. Más difícil será cambiar la mentalidad y los valores que ya están implantados, y más aún, generar nuevos valores en los que nos sucederán.
Las ideas del Desarrollo Organizacional, de la Calidad Total, de La Organización que Aprende,… todo el despliegue de acciones para desarrollar equipos y personas, los intentos de Conciliación Trabajo y Familia, etc, son ideas que tienen más profundidad que las de una moda pasajera, como al parecer se han comportado con la llegada de la crisis. Son aportaciones razonables al mundo del trabajo, que han llegado desde la Psicología, la Sociología y la propia Economía, antes de destacarse ésta sobre las otras dos. Por eso, volverán a tener su importancia en la sociedad y en las Empresas.
Hoy, entiendo el abatimiento de mi antiguo compañero, pensando en la difícil tarea de educar a sus hijos, dificultada con las condiciones del trabajo que aparecen en la actualidad.
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