¿Conocéis la sensación de estar
imbuidos en un tema y que todo lo que todo lo que tenéis alrededor lo
relacionáis con ello? Yo apenas me acabo de introducir en el mundo de la
Psicología y ya me encuentro haciendo análisis de todo por ‘deformación’
profesional (lo sé: ¡qué peligro!).
Quería compartir con vosotros una
reflexión sobre el fenómeno de ‘el
pensamiento de grupo’, del que seguro que encontraréis ejemplos en vuestro
día a día.
Imaginaos una reunión de un
Comité de Dirección de una empresa. Gente muy cualificada y con gran cantidad
de información a su alcance, que ha de tomar decisiones estratégicas de gran
calado para el devenir de aquélla. Pues bien, ¿cómo puede ser que, en
ocasiones, lleguen a tomar decisiones tan inapropiadas? El pensamiento de grupo
lo que explica, dicho grosso modo, es
por qué a pesar de tener mucha
información y competencia dentro de un grupo, se pueden acabar tomando pésimas
decisiones. Y la respuesta es simple: acaba primando más la unanimidad que
la valoración exhaustiva de las alternativas.
Cuando nos encontramos ante grupos muy cohesionados con alguna
deficiencia estructural (como un liderazgo autoritario) es probable que no
surjan demasiadas voces discordantes que enriquezcan el debate y que de verdad
apuesten por llegar a una solución óptima en lugar de a la primera que haya
surgido. ‘¿Quién soy yo para llevar la
contraria?’; ‘Si no se les ha ocurrido ¿será porque no es buena opción?’; ‘¡Ah!
Parece buena opción así que para qué seguir pensando’; ‘Si él lo dice, que es
el experto, será lo mejor’. Éstas, entre otras, son algunas de las frases
que podrían pasársenos por la cabeza cuando estamos intentando llegar a tomar
una decisión en un grupo y suponen un freno al crecimiento del grupo así como
un lastre para la llegar a la decisión óptima.
Lo que subyace son deficiencias en el equipo que han de ser
subsanadas, por ejemplo, creando:
- confianza para que cada integrante del equipo se sienta capaz de aportar su punto de vista;
- tolerancia a las ideas ajenas (básica para la creatividad y la innovación, tan necesarias hoy en día en las organizaciones);
- verdaderos líderes que fomenten la cohesión pero sin olvidar la consecución de los objetivos del modo más eficaz y eficiente posible;
- subgrupos de trabajo que se especialicen en el análisis de algunas de las alternativas;
- una cultura de cuestionamiento de las decisiones y de nosotros mismos, como reflejo de la mejora continua.
Desde mi punto de vista, toda
opinión siempre puede ser exteriorizada con el debido respeto y apoyada en
datos que justifiquen su idoneidad. No obstante, también soy consciente de que
para ello hemos de tener un adecuado nivel de autoestima como para ‘atrevernos’ a exponerla aunque pensemos que
puede no ser compartida, y como para ‘soportar’ que, en el fondo, efectivamente pueda ser
así.
Además, ser conscientes de que
formamos parte de un equipo y de que, como tal, todos tenemos voz e interés por
conseguir los mismos objetivos, de que todos tenemos buenas ideas que merecen
ser escuchadas o convencernos de que, cuantas más exterioricemos, mayor será la
probabilidad de encontrar soluciones óptimas, son algunas de las premisas que ayudarán
a minimizar el efecto del pensamiento de
grupo y a aumentar la eficiencia en
nuestros equipos y empresas.
Y, por lo que parece, para conseguirlo
aún nos queda.
Gracias por el post, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarCreo que éste es un campo en el que hace falta trabajo y desarrollo en los equipos y, sobre todo, en las organizaciones.
Hola amigos si quiere viajar a turquia y mas bella ciudad de turquia excursiones en estambul
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