A la hora de escribir este post,
la verdad es que uno empieza a mover la batidora de pensar y surgen docenas de
ideas, posibilidades y propuestas.
Todos, cada día escuchamos
multitud de opiniones sobre las nuevas
incorporaciones en las empresas, respecto a
los jóvenes, del tipo: “no vienen preparados”, “no quieren trabajar”, “no tienen ganas”, “sólo reclaman derechos
pero no quieren poner nada de su parte”...
Efectivamente esto se produce, ocurre, todos lo vemos a diario.
La verdad es que no he querido
dejar pasar la oportunidad de compartir en el Foro una situación agradable,
positiva y, verdaderamente gratificante
en el ámbito de las personas y, más aún, de los jóvenes que llegan a las
organizaciones.
Mi empresa es una organización
dedicada la consultoría de sistemas de información. No nos dedicamos a fabricar
objetos, lo cual me parece algo en sí mismo complejísimo. Nuestro equipo humano
(y no es una simple frase) es LO MÁS
IMPORTANTE de la compañía. Es lo que nos permite desarrollar nuestras
labores, producir, facturar…
Tradicionalmente (seguro que como
muchos de vosotros) incorporamos estudiantes de últimos cursos para realizar prácticas con nosotros.
La última incorporación ha sido
una persona seria, preparada, motivada y tremendamente generosa y
participativa. ¡Un auténtico “gustazo”!. Colaboró en prácticas aproximadamente
durante seis meses en nuestra organización de una forma enormemente satisfactoria.
Finalizadas sus prácticas,
estábamos deseando captarle: un caso claro de “no desperdiciar el talento”. Vimos la posibilidad (casi la
forzamos, en realidad) de incorporarle a la compañía para un nuevo proyecto que
se iniciaba.
La cuestión es que, tras
consultar las cuestiones legales con nuestros asesores, nos propusieron que se
incorporara con un modelo de contrato en prácticas, con ciertos beneficios para
la empresa y una duración máxima a partir de la cual debería ser contratado
definitivamente o despedido.
El problema que nos surgía era el
siguiente: la remuneración que, legalmente, la empresa tenía derecho a
ofrecerle nos parecía excesivamente escueta. Nuestra preocupación: “A ver si
por estas cantidades no va a querer incorporarse al equipo”. Decidimos subirla
inicialmente y plantearle un plan de crecimiento tanto en desarrollo
profesional y formación como en el aspecto económico.
Temerosos, nos reunimos con él y
le planteamos, con nuestra mejor sonrisa, nuestra idea, deseos de su incorporación,
proyecto profesional, capacidades de crecimiento y formación muy
específica……..todo para “convencerle” y que se uniese al equipo.
Una vez más, satisfacción
absoluta:
Aceptó ilusionado nuestra propuesta y, posteriormente, nos confesó
abiertamente que el sólo veía todo aquello como una oportunidad enorme de
crecimiento, desarrollo y adquisición de experiencia. “Hubiera venido gratis los seis primeros meses”...
Se demuestra una vez más que NO
TODOS los jóvenes responden a un estereotipo que se extiende desde la
generalización: Aún hay esperanza.
Como dijo Aristóteles: LA ESPERANZA ES EL SUEÑO DEL HOMBRE DESPIERTO...
Gracias por compartir vuestra experiencia tan positiva, da gusto.
ResponderEliminarCreo que efectivamente no todos los jóvenes se corresponden con el estereotipo negativo comentado ni todas las empresas responden al estereotipo de mínimo coste como principio básico para cualquier decisión sobre personas... y para muestra "un botón", vuestro "botón". Vosotros soy un ejemplo claro al valorar y reconocer el talento. También hay esperanza para la gestión de personas en las empresas.
Estoy segura que vuestra inversión tendrá sus frutos. Suerte a ambos! empresa y trabajador!
Saludos,
Celia Martín