Supongo en cualquier manifestación de arte hay genios atemporales, adelantados a su tiempo, que hacen que sus obras trasciendan más allá de su momento, de su realidad, de su contexto.
Yo no he visto la suficiente obra de Frank Capra como para considerarlo un genio, pero repasando recientemente "¡Qué bello es vivir!" me he dado cuenta de lo maravillosa, profunda e, incluso me atrevo a decir, moderna que resulta una película con tantos años.
Me parece de visionado obligado para cualquier persona en cualquier época de su vida (y más aún si se dedica o quiere dedicarse a temas que versen sobre personas), pero más aún en estas fechas que vivimos de crisis, dificultades, eres (ya no se llaman así ¿no?), recesiones, depresiones,... y no sólo por la fuerza vital que tiene (el propio título ya lo indica) sino porque, especialmente, es una gran lección de psicología.
Es un retrato bárbaro de cómo las circunstancias pueden modelar a una persona hasta convertirla en un ser irreconocible (incluso por sí mismo) y cómo, si esas circunstancias son agobiantes, oscuras, negativas,... pueden sacar lo peor de uno mismo, ese nuestro "otro yo" que desconocemos pero que habita en nuestro interior acechante a nuestra desdicha (y por supuesto es igual de válido para nosotros mismos que para los demás y así entender ciertos extraños comportamientos de nuestros seres cercanos en determinados momentos -empatía lo llaman-).
Y lo es porque se trata de una espectacular “hoja de ruta” para salir de muchos de esos callejones, aparentemente sin salida, en los que a veces nos parece encontrarnos, mostrándonos como (1) con una visión más objetiva de las situaciones que nos oprimen, de nuestro entorno, de nosotros mismos, (2) con el apoyo de nuestra gente cercana -pidiéndolo si es necesario- y, sobre todo, (3) mirando para dentro de nosotros mismos -y a partir de ahí re-conociéndonos, valorándonos y queriéndonos en nuestra justa medida-, las circunstancias acaban siendo eso que realmente son, situaciones momentáneas y pasajeras que acaban diluyéndose cual azucarillo en aguardiente.
Animo a quien ya la haya visto a que la repase, y a quien no... ya está tardando en ver "¡Qué bello es vivir!".
Y una vez vista no la escondáis en un lugar dónde sea difícil encontrarla, pues en algunos momentos concretos os vendrá muy bien revisarla y os saldrá más barato que ir al psicólogo (aunque total, a día de hoy, cualquiera, sin ser psicólogo, da lecciones de psicología de manera voluntaria y a un módico precio...).
Yo no he visto la suficiente obra de Frank Capra como para considerarlo un genio, pero repasando recientemente "¡Qué bello es vivir!" me he dado cuenta de lo maravillosa, profunda e, incluso me atrevo a decir, moderna que resulta una película con tantos años.
Me parece de visionado obligado para cualquier persona en cualquier época de su vida (y más aún si se dedica o quiere dedicarse a temas que versen sobre personas), pero más aún en estas fechas que vivimos de crisis, dificultades, eres (ya no se llaman así ¿no?), recesiones, depresiones,... y no sólo por la fuerza vital que tiene (el propio título ya lo indica) sino porque, especialmente, es una gran lección de psicología.
Es un retrato bárbaro de cómo las circunstancias pueden modelar a una persona hasta convertirla en un ser irreconocible (incluso por sí mismo) y cómo, si esas circunstancias son agobiantes, oscuras, negativas,... pueden sacar lo peor de uno mismo, ese nuestro "otro yo" que desconocemos pero que habita en nuestro interior acechante a nuestra desdicha (y por supuesto es igual de válido para nosotros mismos que para los demás y así entender ciertos extraños comportamientos de nuestros seres cercanos en determinados momentos -empatía lo llaman-).
Y lo es porque se trata de una espectacular “hoja de ruta” para salir de muchos de esos callejones, aparentemente sin salida, en los que a veces nos parece encontrarnos, mostrándonos como (1) con una visión más objetiva de las situaciones que nos oprimen, de nuestro entorno, de nosotros mismos, (2) con el apoyo de nuestra gente cercana -pidiéndolo si es necesario- y, sobre todo, (3) mirando para dentro de nosotros mismos -y a partir de ahí re-conociéndonos, valorándonos y queriéndonos en nuestra justa medida-, las circunstancias acaban siendo eso que realmente son, situaciones momentáneas y pasajeras que acaban diluyéndose cual azucarillo en aguardiente.
Animo a quien ya la haya visto a que la repase, y a quien no... ya está tardando en ver "¡Qué bello es vivir!".
Y una vez vista no la escondáis en un lugar dónde sea difícil encontrarla, pues en algunos momentos concretos os vendrá muy bien revisarla y os saldrá más barato que ir al psicólogo (aunque total, a día de hoy, cualquiera, sin ser psicólogo, da lecciones de psicología de manera voluntaria y a un módico precio...).
¡Muchas gracias Félix!. Me parece que tengo que volver a verla... me ha encantado lo que nos recomiendas y no me acuerdo casi de nada de la peli... es lo que tiene hacerse mayor...aunque es una suerte poder volver a ver las películas como si fuera la primera vez, así cada vez es un descubrimiento. ¡Alguna ventaja tenía que tener el ser una desmemoriada!. ¡Gracias otra vez!
ResponderEliminarInformamos que esta entrada ha tenido, hasta hoy (una semana después de su publicación), un total de 176 visitas.
ResponderEliminarGracias Felix. En estos momentos en los que el mercado laboral esta tan agitado, y la movilidad geografica "internacional" se impone, es necesario que se fortalezcan las "grandes" cosas de la vida, las que nos hacen sentirnos bien, las que hasta ahora no nos preocupaban porque eran un reducto infranqueable y protegido. En adelante el mercado laboral "dice" que todo vale, pero a las personas no todo nos vale. La distancia exigida a los trabajadores, por la movilidad geografica afecta negativamente a las familias. Debemos conservar las "grandes" cosas que nos hacen felices. Esta peli es un gran ejemplo de ello.
ResponderEliminarUn abrazo Felix.
Fran.