lunes, 9 de noviembre de 2015

EFICIENCIA, por CARLOS GONZALEZ GOMEZ

Es la relación existente entre los recursos que utilizamos en un proyecto, una tarea, y los logros que alcanzamos.

Somos eficientes cuando utilizamos menos recursos para lograr lo que queremos. Dicho de otra manera, también somos eficientes cuando logramos más objetivos con los mismos recursos.

Un ejemplo de eficiencia de la vida diaria de muchas personas es cuando consigues el objetivo estratégico de mantener el equilibrio entre familia y trabajo. 
Los objetivos generales son alcanzar la excelencia en el trabajo y en la atención a la familia.
Los objetivos parciales o a corto plazo son cumplir con el 100% de la agenda semanal de objetivos laborales planificados y llevar a los niños a las actividades extraescolares, estudiar junto a ellos (que no con ellos), jugar con ellos (que no al lado de ellos), cenas, comidas, compras, limpieza, atender a nuestros mayores, y que te quede tiempo y energía para la relación de pareja y con los amigos. Idealmente, para el pleno al quince, que te quede algo de tiempo para ti mismo.

Sin duda, hay que trabajar con la gestión eficiente de los recursos, de entre los que los que me gustaría destacar el Tiempo y la combinación adecuada de Inteligencia e Inteligencia emocional.

Dos notas de reflexión: Planificación y hábito.

La rapidez con la que vuela el mundo nos obliga a ser eficientes. Pero principalmente la escasez de recursos. Cuando los márgenes de beneficio son altos, no necesitamos esforzarnos excesivamente. Las cosas van rodando casi solas. Cosa distinta es cuando hay que sacar leche de un botijo. Entonces la cosa cambia. 

El problema es que del escenario a) al b) la transición puede ser muy rápida. Dramáticamente rápida. Y supone un claro hándicap para los que tienen que llevar a cabo esa adaptación. Ya que el hábito de la eficiencia no se adquiere de la noche a la mañana.

Las personas que no interiorizan adecuadamente el hábito de la eficiencia pierden oportunidades. Las empresas que no la trabajan corren grave riesgo.

El uso racional, adecuado y justo de los recursos orientados a la consecución de los objetivos, la busca de la eficiencia y de la mejora continua en nuestros procesos de vida y trabajo, es por tanto un objetivo en sí mismo. Es un hábito necesario y deseado. 

No se me ocurre ninguna frase más adecuada que resuma la esencia de la eficiencia y de la inteligencia emocional que la archiconocida frase de Aristóteles que rezaba:

“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.”

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