No hace más de una semana que la revista Nature ha publicado un artículo que no tiene desperdicio: Business culture and dishonesty in the banking industry (Cohn, Fehr & Maréchal, 2014). En él se plantea un interesante experimento con el fin de dar respuesta a la pregunta: ¿Por qué hay banqueros deshonestos o corruptos? ¿Se trata de un grupo de personas de escasa ética profesional o es el ambiente empresarial el que los “convierte” en seres deshonestos?
Para contestar a esta pregunta se trabajó con dos grupos de 128 trabajadores de un banco distribuidos al azar (los editores no recuerdan el nombre del banco, y ¿para qué?) que debían realizar lo que llamaremos “el test de la moneda al aire”. Dicho test consistió en pedir a los participantes que lanzasen una moneda al aire en diez ocasiones seguidas con la condición de que recibirían 20 dólares de premio por cada cara que sacasen. Además, nadie estaba observando a los participantes por lo que se les pidió que fueran ellos mismos quienes registrasen el número de caras obtenidas. Interesante, ¿verdad? Como puede verse, no se planteó ningún inconveniente para impedir que los participantes pudiesen hacer trampas y fingir un mayor número de caras aumentando así sus ingresos.
Una última condición: los participantes recibieron un pequeño cuestionario que debían responder antes de realizar el suculento “test de la Moneda al aire”. Uno de los grupos (Grupo Control) respondió a un cuestionario sobre aspectos relacionados con su vida personal, sus gustos y aficiones; mientras que el otro grupo (Grupo Experimental) había recibido un cuestionario con preguntas sobre su cargo, antigüedad y otros aspectos relacionados con su actividad profesional relacionada con el banco. Y he aquí lo curioso del experimento: El primer grupo refirió en torno a un promedio 51% de caras (algo lógico dada la actividad), mientras que el segundo grupo anotó un promedio de 58%, encontrando un aumento en el número de trampas realizadas por los participantes cuando se les recordaba previamente su condición de banqueros.
Seguro que el lector se está planteando que posiblemente cualquier persona, de cualquier profesión (y no necesariamente banquero) habría inflado el número de caras, algo que, aún así, no justifica la diferencia entre grupo control y grupo experimental. No obstante, este mismo experimento se ha replicado con varios perfiles profesionales: Informáticos, sector farmacéutico o telecomunicaciones y en ninguno de ellos se ha encontrado diferencia significativa en el promedio anotado de caras cuando se les preguntaba sobre aspectos personales o profesionales. A lo que se podría inferir que el sector financiero incentivaría el fraude por encima del resto de sectores y actividades económicas.
No está mal recordar que todo esto tiene su origen en experimentos sobre el engaño realizados con presos, donde se encontró que los internos engañaban más cuando se les recordaba su condición de privación de libertad y la causa de la misma.
Podemos preguntarnos por qué nuestra gente no sabe trabajar en equipo o se queja continuamente, por qué no comunica de manera ascendente y nuestros buzones de sugerencias están vacíos. Quizá nuestros trabajadores no estén lo suficientemente comprometidos… Podemos plantearnos si nuestros trabajadores ocultan información a la dirección, a los compañeros o incluso al cliente, qué visión tienen de la cúpula y si utilizan la palabra “jefe”, algo que ya es en sí mismo un síntoma a tener en cuenta. Quizá sean deshonestos y mentirosos por naturaleza… Lo que sí queda claro es que cada persona forma parte de la cultura de su empresa y ésta, desde luego, nos influye a la hora de comportarnos honestamente (o no) y más allá de nuestros principios, dentro y fuera de ella.
Nos comportamos como creemos que los demás esperan que lo hagamos.
ResponderEliminarBuenísimo e interesantisimo!!!!
Gracias Juan